
Conviene poner el tema en foco: no es creíble que Bonafini ignorara, por lo menos en sentido general, cómo operaba Schoklender. Bonafini puede argumentar –y quizá algo de verdad haya en esto- que desconocía los detalles de la gestión de su apoderado. Por cierto que, aún admitiendo que esto sea así, demostró poca vocación por aclarar los hechos mientras Schoklender estaba en funciones si admitimos que no podía desconocer los lineamientos generales de la metodología de su subordinado y, a pesar de eso, no se ocupó se supervisar con más detenimiento qué estaba sucediendo. En ninguna organización institucional un funcionario que rinde cuentas a sus superiores puede incurrir en delitos tan graves como los que se le imputan a Schoklender si los jefes se ocupan de estar informados sobre las actividades de sus subalternos. Schoklender, de acuerdo con las acusaciones que pesan sobre él, no se “quedó con un vuelto”, ni gastó de más de la “caja chica”. Schoklender aparentemente montó una estructura delictiva que le reportó fortunas de ganancias ilícitas. La magnitud de las operaciones de Schoklender es lo que torna inaceptable el pretendido argumento de Bonafini en el sentido de que ella no sabía lo que su apoderado estaba haciendo. La argumentación de Bonafini equivale a ver un animal gris, gordo, con cuatro patas y trompa y luego señalar que no se percató de que estaba frente a un elefante... Es demasiado infantil, burdo, evidente como para darle crédito a los argumentos de Bonafini en el sentido de que ignoraba qué estaba haciendo Schoklender.

Pero la actitud de acusar a Schoklender por parte de Bonafini es una canallada que va mucho más allá de eso. Esa es una actitud aún peor que la de la mafia, que sentencia a sus propios miembros cuando dejan de resultarle útiles o pueden tornarse peligrosos. La estrategia de Bonafini es que, para salvarse ella, debe pisotear a un Schoklender que por supuesto es un personaje absolutamente despreciable pero que fue el ladero de la señora de Bonafini hasta el mes pasado. Esto no se hace, señora. Una cosa es que se quiera salva usted, pero que acuse a quien fue su secuaz hasta hace pocas semanas vulnera hasta los más elementales códigos del hampa. Su actitud, señora de Bonafini, es una “buchoneada” vergonzosa. Su conducta es inmoral hasta para los códigos mafiosos porque la mafia, al menos, no denuncia ante la justicia sino que asesina a los testigos peligrosos pero se hacen cargo los propios delincuentes del acto de ejecución. Este gesto de Bonafini de presentarse ante la justicia y denunciar a Schoklender demuestra el nivel ético con el que la presidenta de Madres de Plaza de Mayo actúa. No hay mucho más para decir. Es mejor guardar un piadoso silencio porque el tema es tan inmoral que no existen palabras suficientes para condenarlo.
CREO QUE ERA SU DEBER PRESENTARSE COMO QUERELLANTE O ACEPTAR SU COMPLICIDAD. A VER SI ALGÚN ABOGADO PUEDE ACLARAR SI ES ASÍ.
ResponderEliminarSi bien de Oyarbide puede esperarse cualquier cosa... Existe un duda razonable en la complicidad existente. Por lo que jamás debería aceptar la querella.
ResponderEliminarPara el anónimo de arriba... Para nada. La figura del querellante es absolutamente voluntario. Es solo una colaboración con la parte acusadora, es decir, el fiscal. En este caso, es mas bien un mensaje mediático.
De la misma manera, la 'juventud maravillosa' denunciaba otros para salvar el pellejo.
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