Las acusaciones formuladas por el ministro del interior, Florencio Randazzo, contra los diarios Clarín y
Tanto Clarín como
Los jueces con competencia electoral, después de admitir que había cuestiones turbias en relación con los escrutinios, se negaron a recontar los votos. Por lo tanto, el resultado definitivo de la elección ratificó el resultado provisorio. Y Randazzo se agarró de eso para tomarse la atribución de descalificar y condenar a los periodistas y los medios que informaron acerca de las irregularidades en la elección.
Nada de esto sorprende, por cierto. Ya sabemos qué clase de gente son los kirchneristas y qué naturaleza moral tienen. Pero esas cuestiones son, en definitiva, un problema que les atañe a ellos. Lo que resulta atemorizante es que este tipo de actitudes, como la que Randazzo mostró hoy, prefiguran el escenario que el kirchnerismo intentará montar de ahora en más. Claramente, el propósito del gobierno es silenciar todas las voces que intenten poner en evidencia sus canalladas, sus delitos, sus avasallamientos y sus mentiras. La idea con la que el oficialismo opera es que nadie lo contradiga, que se uniformicen las expresiones públicas, que no haya voces disidentes. El propósito, en definitiva, es legitimar la dictadura que se proponen instaurar para ahogar a todas las corrientes que denuncian sus atropellos y procuran salvaguardar la libertad y la dignidad humanas que el kirchnerismo quiere aniquilar.
Se perfila, por lo tanto, una dura batalla. El kirchnerismo es un enemigo poderoso e inescrupuloso, que no vacilará en recurrir a ningún medio para imponer su falaz versión de la realidad. A los efectos de lograr sus propósitos, los esbirros del gobierno, como Randazzo, estarán dispuestos a apelar a todo tipo de hipocresías, mentiras e inmoralidades. Es cierto que el gobierno ganó la elección. Pero también es cierto que hubo irregularidades. Y está bien, no mal, que los medios no gubernamentales señalen esos hechos que el multimedios oficialista monopólico ignora. Es lógico que para un gobierno con propensiones totalitarias las voces de los medios que señalan las conductas inmorales del kirchnerismo resulten incómodas y, por lo tanto, se esfuercen por descalificarlas.
Eso es lo que se viene ahora, el intento por impedir, dificultar, desvalorizar todo tipo de oposición a la gestión de este gobierno inmoral que se siente –con razón, por cierto- muy fuerte porque ha ganado ampliamente una elección. Pero una victoria electoral, por amplia que sea, no convierte en elogiable aquello que es repudiable. El kirchnerismo no ha pasado a ser más meritorio porque haya ganado una elección. Por el contrario, sigue siendo tan canallesco como siempre lo fue, quizá ahora más aún porque se siente legitimado. Frente a esto, el camino es la resistencia y, cuando las circunstancias lo permitan, el contraataque. En este momento, la victoria parece lejana. Pero el enemigo también tiene debilidades. Y nosotros tenemos fortalezas latentes. Llegará un momento en el cual la relación de fuerzas se invertirá. Y entonces la pesadilla kirchnerista habrá quedado atrás.