
Desde hace unos dos meses, muchos colectivos de Buenos Aires circulan con carteles cuestionando a
¿Qué es lo que reclaman los empresarios que protestan contra
Pero ¿cómo es que se llega a esta situación? Bueno, básicamente porque lo que está ocurriendo en este caso, es decir, que el servicio se abra a la competencia, es una rareza. Lo usual es, precisamente, lo contrario, es decir, que el poder del estado avale el monopolio que mantiene a los pasajeros cautivos y los obligue a viajar como a los empresarios se les viene en gana, sin darles ninguna alternativa de elegir, porque de ese modo los capitalistas tienen aseguradas sus ganancias. Y, frente a la “herejía”, de que se rompa ese monopolio inmoral, los señores empresarios privilegiados claman justicia e invocan a la santa inquisición del corporativismo para que sus intereses prebendarios no queden afectados. ¿Los intereses de los pasajeros? Por favor, no hagamos preguntas políticamente incorrectas...
Se trata, por cierto, de un hecho que, en sí mismo, es de menor significación. No forma parte de los grandes problemas nacionales. Pero tiene un altísimo significado simbólico. En
Pero precisamente esto es lo que los empresarios de autotransporte consideran herético, blasfemo, pecaminoso: que el servicio se adapte a las expectativas y preferencias de los pasajeros. Lo que los empresarios exigen, reclaman y reivindican –y nada menos que en nombre de la “justicia”- es que el servicio desestime por completo las preferencias de los pasajeros y, en cambio, esté organizado de modo tal que les garantice sus ganancias.
La mayor parte de la gente no comprende la naturaleza del problema planteado y, por cierto que, en medio de las urgencias cotidianas, resulta casi absurdo pretender que este pequeño conflicto ocupe el foco de la atención popular. Se trata, en cuanto anécdota en sí misma, de un incidente absolutamente irrelevante. Pero en este ínfimo episodio contingente, está sintetizada una parte sustancial del fracaso sistémico de la economía argentina, de la pobreza generalizada, del hambre de millones de personas y del sentimiento colectivo de frustración que nos embarga. A veces –este es uno de esos casos- los grandes problemas quedan sintetizados en pequeños incidentes. Por eso es bueno reflexionar sobre esta anécdota. Su significación tiene alcances que llegan hasta mucho más allá que el contenido del conflicto propiamente dicho.
Muy bueno tu post y fantástico tu blog. Es bueno saber que todavia quedan liberales en Argentina. Saludos.
ResponderEliminarEstimado Alejandro; en Córdoba, hace muchos años se pusieron colectivos diferenciales, en que se viaja sentado, con aire acondicionado y son más caros, nunca protestó nadie. Hoy, salvo estos, son subsidiados, pero en Bs. As. reciben casi el triple de subsidio que en Córdoba y además se quejan, me pregunto ¿Qué pasará cuando se acabe esa dádiva?, ya que el Gobierno se está quedando sin recursos.
ResponderEliminarHola a su atención,
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