martes, 19 de julio de 2011

Carlotto, un lobo con piel de cordero

La actitud del kirchnerismo en el sentido de negarse a dar por terminado el acoso contra los hermanos Noble Herrera pone de manifiesto una vez más la catadura moral del gobierno y deja al descubierto cómo la supuesta defensa de los derechos humanos no es otra cosa que un instrumento de acción política.

Nada de esto, la inmoralidad del kirchnerismo ni el empleo de los derechos humanos como pretexto para encubrir designios políticos son hechos nuevos. Lo cierto es que, hasta ahora, tanto kirchneristas como “derechohumanistas” venían logrando disimular con bastante éxito sus verdaderas naturalezas. La actitud frente al caso de los hermanos Noble Herrera hace salir a la superficie aquello que, hasta ahora, estaba encubierto por las conductas demagógicas que lo escondían.

El gobierno y Estela Carlotto se niegan a admitir la realidad, es decir, que la justicia está demostrando que es falso que los hermanos Noble Herrera sean hijos de desaparecidos porque ese hecho tiene efectos negativos en función de sus intencionalidades políticas. El kirchnerismo eligió al Grupo Clarín como enemigo político y Estela Carlotto, una funcionaria sin cargo formal pero que integra para-oficialmente el elenco gobernante, se presta para fogonear la ofensiva oficialista contra esa empresa, para lo cual emplea un recurso abyecto, como el de inventarle a la dueña de la firma el delito de “apropiación”.

Sería bueno saber cómo se sienten aquellas familias que verdaderamente buscan a sus nietos perdidos sin otras motivaciones que restablecer lazos de sangre con quienes son sus descendientes pero sin finalidades políticas. La señora Estela de Carlotto es un lobo con piel de cordero que, hasta ahora, ha logrado engañar a mucha gente pero que, con esta actitud, está mostrando su verdadera naturaleza moral.

La cuestión de las violaciones a los derechos humanos toca nervios sensibles de la sociedad argentina. La metodología que fue empleada para combatir a las organizaciones guerrilleras fue cruel y despiadada. Las razones por las que eso sucedió involucran un análisis sociológico bastante complejo que no viene al caso realizar ahora. Lo cierto es que las violaciones a los derechos humanos fueron un fenómeno de magnitud y que eso moviliza la sensibilidad de un elevado porcentaje de la población del país.

Sobre ese sustrato ética y políticamente legítimo se montaron las Madres y las Abuelas de la Plaza de Mayo para ponerse al servicio del proyecto kirchnerista. Porque una cosa es buscar a los hijos de padres desaparecidos y otra cosa muy diferente es darle a esa búsqueda un contenido político específico. Esto último es lo que hace Estela Carlotto aunque, hipócritamente, siempre haya pretendido aparentar otra cosa. La señora Carlotto siempre fue la misma aunque a lo largo de mucho tiempo se mostró con una imagen de “abuelita buena” que le permitió despertar la simpatía de mucha gente que valoraba su seriedad y su moderación en el desarrollo de su tarea. Lo cierto es que muchas de sus expresiones permitían percibir la naturaleza real de sus designios pero resultaba difícil demostrar el engaño y, por lo tanto, quien intentaba cuestionar a Carlotto terminaba identificado con los “represores”.

La conducta de Carlotto en relación al caso Noble Herrera tiene el efecto de que la máscara se está cayendo. Del gobierno, representado por Aníbal Fernández, esto no sorprende ni llama la atención. Pero Carlotto está, ahora, “mostrando la hilacha”.

La justicia ha determinado que Marcela y Felipe Noble Herrera no son hijos de desaparecidos, mal que le pese al gobierno y a Carlotto. Se desconoce quienes son los padres biológicos de esos jóvenes. Pero dentro de lo que humanamente puede verificarse, ha quedado demostrado que las acusaciones sobre Ernestina Herrera de Noble son falsas. Siempre, dentro del marco de las acciones humanas, puede quedar un ínfimo margen de duda, que es la argumentación esgrimida por Carlotto y por Aníbal Fernández para fundamentar la continuidad del acoso hacia esos jóvenes. Este persistencia en sostener el ataque por motivaciones políticas demuestra quiénes son los kirchneristas –algo que sabemos desde siempre- pero también pone en evidencia, para quienes pudieran no haberlo percibido antes, quién es Estela Barnes de Carlotto, una persona de conducta repudiable que ha desnaturalizado la causa humanitariamente legítima de la búsqueda de los hijos de desaparecidos para ponerla al servicio de un proyecto político inmoral y totalitario.

lunes, 18 de julio de 2011

Se empieza a notar la muerte de Kirchner

Las probabilidades de que Cristina Kirchner gane las elecciones de octubre son ahora menores de lo que eran hace dos meses. Seguramente los encuestadores amaestrados que el gobierno tiene entre sus operadores políticos diría otra cosa pero se “palpa en el ambiente” que los acontecimientos de las últimas semanas (el Madres-gate, la derrota de Filmus, el papelón por la filiación de los hijos adoptivos de la señora de Noble, la escasez de nafta, etc) han erosionado la base de sustentación política del kirchnerismo.

No por esto el oficialismo ha dejado de tener ventajas en cualquier sondeo serio que se haga sobre el resultado electoral. Si las elecciones fueran hoy, Cristina ganaría, quizá no ya en primera vuelta pero con una ventaja significativa sobre el segundo que, aparentemente, estaría disputado entre Alfonsín y Duhalde. El interrogante que se plantea es si este bache es temporario y en pocas semanas se producirá una recuperación o si se trata de un gobierno que se encuentra en un proceso de declive irreversible.

Este es el tipo de situaciones donde, para el kirchnerismo, la ausencia de Néstor es más notoria. El fundador del régimen sabía mejor que nadie cómo administrar las adversidades, tejer nuevas redes de adhesiones, motivar a los militantes desmoralizados y reformular los objetivos hasta lograr un reposicionamiento que le permita al gobierno retomar la iniciativa perdida. Desde que Kirchner murió hasta ahora, nunca el oficialismo se había encontrado en una situación tan adversa. La muerte de Kircher operó en sí misma como un factor revitalizador de su propio movimiento. Pero ahora, aquel impulso que la muerte del fundador diera a todo el kirchnerismo, parece haberse agotado. Por eso el gobierno está ante una situación inédita: procesar una instancia desfavorable sin la presencia de Kirchner.

Si Néstor Kirchner viviera, es fácil imaginarlo por estos días pronunciando un discurso con su característico tonito sarcástico, descalificando a quienes lo cuestionan, burlándose de sus adversarios e identificándolos con los intereses antipopulares. Ese tipo de intervenciones eran las que desconcertaban a los opositores y dejaban en posición favorable al gobierno. Pero ahora no hay quien cumpla esa misión tan delicada que Kirchner realizaba a la perfección. Y eso deja al gobierno a la deriva.

Los antecedentes muestran que es muy difícil que la Señora sepa administrar esta circunstancia adversa. Fue ella quien generó, con su miopía, buena parte del problema. Tengamos en cuenta que, además de las dificultades que la oposición y las noticias le plantean, hay en el kirchnerismo serios problemas internos derivados de la preferencia de la Presidenta por los grupos juveniles en desmedro de los cuadros tradicionales del peronismo. Néstor Kirchner no hubiera permitido jamás que esta sorda revuelta interna se produzca.

Pero la posibilidad de que este panorama favorable sea aprovechado depende también de cómo opere la oposición. Hay que repetir una vez más el obvio concepto de que, para que Cristina pierda, es necesario que alguien le gane. Parecen perfilarse mejor Alfonsín y Duhalde, Carrió aparenta haber perdido protagonismo y Binner es una incógnita. Quizá Macri termine teniendo bastante influencia si concreta su previsiblemente amplia victoria sobre Filmus. Las internas del 14 de agosto pueden ser –o no- determinantes en este sentido. Si hay un vencedor amplio, ese candidato probablemente se convierta en el referente de la oposición pero si el resultado es incierto, la dispersión de votos puede concluir por ser funcional a los intereses del gobierno. Quizá la suerte juegue a favor del kirchnerismo aún en este momento de debilidad.

En definitiva, el dato es que el gobierno está debilitado en comparación con la situación de hace dos meses pero sigue dominando el escenario político. El interrogante es si ese debilitamiento se acentuará o se revertirá. No se puede hacer pronósticos definitivos. Los acontecimientos están en pleno desarrollo. Lo único que cabe hacer es seguirlos, interpretarlos y, quien tenga posibilidades de hacerlo, influir sobre su marcha.

miércoles, 13 de julio de 2011

El kirchnerismo quiere perder por poca diferencia

Cuando se conocieron los resultados de las elecciones del pasado domingo en la Capital Federal, surgió la duda acerca de si, dada la diferencia en favor de Mauricio Macri, Daniel Filmus desistiría de competir en la segunda vuelta. Sin embargo, desde el primer momento Filmus aseguró que participará en el ballotage y su posición en ese sentido no se ha modificado. ¿Por qué Filmus se empeña en participar en una competencia donde sus chances de ganar son prácticamente nulas?

La formulación de la respuesta requiere insertar el proceso electoral de la Capital Federal en el contexto nacional. La disputa Macri-Filmus se inscribe en el contexto de la contienda kirchnerismo-oposición. En la primera vuelta de la Capital Federal ganó ampliamente la oposición. Es casi imposible que en la segunda Filmus revierta el resultado adverso. Si la elección tuviera una significación únicamente local, Filmus seguramente admitiría la derrota y la victoria de Macri quedaría consagrada. Pero en la elección del último domingo sucedió algo más que la victoria de Macri, que fue la contundencia con la que el candidato de PRO se impuso. Esta diferencia es la que motiva al kirchnerismo a sostener la candidatura de Filmus para que vuelva a presentarse. No les importa volver a perder, lo que quieren es perder por menos...

La idea de los estrategas kirchneristas es que si logran achicar significativamente la diferencia de casi 20 puntos que los separa del macrismo, podrán reducir el impacto negativo de la derrota. Supongamos que muchos de los votantes que no se pronunciaron en favor de Macri ni de Filmus, se inclinaran mayoritariamente por el candidato kirchnerista y el resultado de la segunda vuelta fuera, por ejemplo, de 54 % a 46 % en favor de Macri. Si eso sucediera, el gobierno podría exhibir la derrota como si fuera un triunfo. Esa es la esencia de la estrategia del kirchnerismo con vistas a la segunda vuelta. Por eso vuelven a mandar a Filmus –un soldado leal como pocos, verdderamente- al combate en condiciones tan desfavorables. Aún descontando que van a perder, quieren mejorar su imagen a través de un resultado más decoroso. Y este propósito es lo que define el sentido político de la realización del ballotage.

Si el objetivo del kirchnerismo es sufrir una derrota digna para mejorar su imagen después de la “paliza” que Macri les pegó el domingo, resulta claro que la estrategia de la oposición debe ser, justamente, impedir que eso suceda. Todos aquellos que militamos en la oposición al kirchnerismo debemos tener clara esta cuestión. Si para el gobierno es valioso perder por poca diferencia porque le ayuda a mejorar su imagen, la estrategia de la oposición debe ser la de impedir que el oficialismo logre su propósito. Debemos entender que lo que está en juego no es la elección en la Capital sino la proyección de este resultado con vistas a los comicios presidenciales de octubre. Para derrotar al oficialismo es necesario desgastarlo en todas las batallas previas. Esa es la cuestión esencial que estará en juego el 31 de julio.

Por este motivo es que todos aquellos que estamos comprometidos con la obtención de la victoria de la oposición por sobre el oficialismo, debemos dejar de lado los reparos que nos inspire la figura de Macri y debemos apoyarlo sin condicionamientos. Necesitamos someter al kirchnerismo a una derrota apabullante, humillante, categórica. Ese es el aporte que se puede hacer desde la Capital para debilitar al gobierno a fin de crear las condiciones que permitan la obtención de un triunfo opositor en las elecciones de octubre. Aunque no haya actualmente una representación liberal que participa de las elecciones, hay un interés estratégico de parte del liberalismo para que se consolide un sistema republicano y pluralista que genere las condiciones para que una fuerza que represente al liberalismo encuentre un terreno fértil para desenvolverse. Para que este objetivo se concrete, es necesario que el kirchnerismo sea derrotado ante una fuerza comprometida con los valores republicanos aunque no sea de extracción liberal. En ese contexto, una derrota amplia del gobierno en la elección de la Capital es un aporte relevante a fin de concretar el objetivo final.

No podemos darnos el lujo de permitir que el kirchnerismo reviva. Se trata de un enemigo poderoso y hábil. En este momento, cuando está herido, no hay que tener piedad, misericordia ni contemplaciones. Debemos propinarle una derrota contundente por medio del más legítimo de los recursos: el voto popular, ese voto que, según Fito Paez, le da “asco”. Que se vaya acostumbrando porque el mal olor finalmente abarcará todo el país.

miércoles, 6 de julio de 2011

El descenso de River y el mercado televisivo

El descenso de River ha traído aparejado, entre otros, al problema de reformular la distribución de los derechos de televisión del fútbol argentino. Es interesante detallar que este problema existe, precisamente, porque la comercialización de los derechos de televisión del fútbol no está regido por el principio del libre mercado y se aplica un sistema colectivista.

El estatuto de AFA establece, en su Artículo 94, que

“Los ingresos que se produzcan para cada una de las Categorías profesionales, en concepto de derechos de televisación, en directo y/o diferido, corresponden íntegramente a la Asociación del Fútbol Argentino, y su forma de distribución dentro de cada Categoría, será establecida a través del Comité Ejecutivo”

Esto significa que los clubes no están autorizados a comercializar individualmente los derechos de televisación sino que quien está legitimada para hacerlo es la AFA. Se trata, claramente, de un caso de propiedad colectiva. Y, como en todo caso de propiedad colectiva, se plantea el problema de la distribución de los ingresos. En AFA, es habitual que haya encarnizadísimas discusiones por el reparto de los fondos recibidos en concepto de derechos de televisión. Los clubes más importantes, que tienen más hinchas y, por lo tanto, más audiencia televisiva, reclaman una parte más grande de la “torta” y los clubes más modestos, que son más cantidad, suelen hacer valer su mayoría numérica y así obtienen una retribución superior a la que derivaría de su audiencia televisiva genuina.

El descenso de River pone este problema nítidamente en evidencia. La AFA tiene firmado un contrato con el programa “Fútbol para Todos”, de la Jefatura de Gabinete, que incluye a las tres categorías profesionales. Dentro de ese contrato quedó subsumido un contrato preexistente de AFA con una subsidiaria del Grupo Clarín para emitir los partidos del fútbol de ascenso, de modo que Clarín compra a “Fútbol para Todos” el derecho a emitir el los partidos de la Primera B Nacional y el estado liquida a la AFA el total del monto acordado en el contrato. Es decir, de los 600 millones de pesos acordados en la Claúsula tercera del contrato con “Fútbol para Todos”, hay 42 millones que el estado los recibe del Grupo Clarín en concepto de pago de los derechos de emisión de las categorías de ascenso.

Cuando se definió la forma de distribuir el dinero, las autoridades de AFA dispusieron, unilateralmente, que de los 600 millones del contrato, 415 millones se distribuirían entre los clubes de Primera y 70 millones se repartirían entre los equipos de la Primera B Nacional. El resto del dinero quedaba para otras categorías y 35 millones eran para gastos generales de organización de los torneos. Todas estas asignaciones fueron completamente arbitrarias. No hubo absolutamente ningún tipo de mecanismo que permitiera determinar valores por medio de criterios de mercado. Estas decisiones fueron adoptadas unilateralmente por Grondona y sus colaboradores más estrechos y los dirigentes de los clubes, sumidos en la euforia por el incremento del dinero recibido por el nuevo contrato, las aceptaron sin mayores objeciones.

Luego, los clubes de Primera debatieron como distribuir el dinero que tenían asignado y se determinaron tres escalas. En la primera están River y Boca, en la segunda cuatro clubes y en la tercera el resto. Esta distribución también fue completamente arbitraria, no hubo ningún criterio de mercado que determinara cuanto valía la emisión de los partidos de cada uno de los equipos. A River y Boca les correspondieron alrededor de 30 millones simplemente “porque sí”.

Los clubes de la B Nacional se distribuían los 70 millones en forma absolutamente equitativa y de ahí salen los 3,5 millones que les corresponden a cada uno. Teóricamente, River debería bajar de los 30 millones que cobraba en Primera a los 3,5 millones que le corresponderían en la B Nacional y que Grondona ya se encargó de decir que no serán de aplicación en este caso específico porque, según dijo “es un caso atípico”. No se sabe aún cuanto cobrará River en esta temporada pero, en cualquier caso, será una cifra determinada arbitrariamente, no un precio surgido de ningún mercado.

Y acá es donde surge una reflexión liberal respecto de este tema. Obsérvese que hemos mencionado muchos números, todos los cuales fueron establecidos en forma discrecional por la AFA o por tironeos entre clubes pero no hay un solo precio que haya sido establecido por medio de la oferta y la demanda. ¿Por qué sucede esto?

El origen del problema hay que ubicarlo en la disposición estatutaria que transcribimos al principio, donde se establecía una propiedad colectiva de los derechos de televisación del fútbol... Porque ¿quiénes son los proveedores de la “materia prima” para que existe el producto “fútbol por TV”? La respuesta es: los clubes... La TV paga para emitir a Boca, a River, a Lanus, a San Martín de Tucumán, hasta Atlas, que está en la Primera D recibe dinero de “La otra pasión”, que se emite por Fox Sports. Entonces, si la TV paga por emitir los partidos de los diferentes clubes ¿Por qué entonces la propiedad de los derechos de TV es de la AFA y no de cada club en particular?

En verdad, esto sucede porque los clubes más modestos consideran –y tal vez tengan razón- que les conviene esta forma de propiedad y no otra. De ese modo, pueden apoderarse del dinero que la TV paga por emitir a los clubes más poderosos. El argumento que esgrimen es que “a la TV sólo le interesan Boca y River y no pagaría nada por emitir los partidos de los demás equipos”. Sin embargo, este argumento omite considerar el escenario alternativo que se generaría si la televisación del fútbol se abriera al sistema de libre mercado. Un torneo de fútbol lo disputan veinte clubes y comprende 38 partidos, 19 como local y otros tantos como visitante. La forma lógica de distribuir la propiedad de los derechos de TV no es que la AFA sea colectivamente dueña de todo el torneo sino que cada club sea titular de los derechos de televisión de los partidos que disputa en su estadio. Y que cada uno venda el derecho a emitir esos partidos como mejor le convenga.

Lógicamente, Boca y River obtendrán por sus partidos más dinero que Lanus o Argentinos Juniors. Pero cuando consideramos a un equipo debemos considerar también al rival. Cuando Argentinos Juniors juegue como local contra Boca o River, podrá vender los derechos de televisación de esos partidos al valor de mercado de sus adversarios y disponer para sí de esos recursos. Es claro que si el rival de Argentinos Juniors es Arsenal ese partido valdrá menos que si el adversario es Boca o River.

Los dirigentes de los clubes más modestos suelen sostener que si el torneo no se vendiera en bloque, nadie tendría interés en televisar los partidos donde no participen los clubes más poderosos. Pero ese argumento omite considerar el modo de operar de un sistema de mercado. Es cierto que, en las condiciones actuales, no hay canales interesados en televisar los partidos menos importantes a menos que estos vengan como parte de un “lote” con los cotejos más convocantes. Pero las circunstancias vigentes son la consecuencia de la aplicación de un sistema cerrado, donde no se ofrece la oportunidad de una explotación del negocio en condiciones de mercado. Es obvio que si los partidos no están disponibles para ser adquiridos, ninguna señal tendrá interés en comprarlos. Es necesario que los partidos estén a la venta para que aparezcan empresarios dispuestos a invertir en ese negocio. En los casos de los clubes más importantes, la retribución será más elevada y para los clubes más modestos el pago será menor, siempre ligado a las condiciones de mercado. Un sistema abierto de este tipo podría hacer, por ejemplo, que aparezcan canales locales interesados en emitir los partidos de equipos de cada ciudad. A San Martín de San Juan, recientemente ascendido, probablemente tenga más interés en televisarlo un canal de San Juan que uno de Capital Federal. El mercado siempre tiene derivaciones imprevisibles.

Y este sistema resolvería el problema que le plantea ahora a los dirigentes del fútbol el descenso de River en lo referido a la distribución de los derechos de TV. Si River fuera el dueño de los derechos de televisación de sus partidos como local, quizá ganaría lo mismo –o sólo un poco menos- en la B Nacional que lo que podría recaudar en Primera porque, en definitiva, a los hinchas de River siempre les seguirá interesando ver los partidos de su equipo, sin perjuicio de que juegue en una categoría inferior. Para los rivales de River, el hecho de que River haya descendido será beneficioso porque, cuando jueguen con el Millonario, podrán vender la televisación de sus partidos por un monto sustancialmente mayor.

Por supuesto, en AFA, una organización corporativa y colectivista como pocas, no se hará nada de esto. Pero, dado que se viene debatiendo acerca de cómo se reasignarán los derechos de televisación del fútbol a raíz del descenso de categoría de River, no está mal que los liberales ofrezcamos una solución racional a este problema. Seguramente nuestra propuesta será desechada pero cuando se encuentren con problemas que no pueden solucionar satisfactoriamente, sepan que el mercado siempre ofrece caminos alternativos.

martes, 5 de julio de 2011

Macri es el mal menor

La elección por la jefatura de gobierno en la Capital Federal está fuertemente polarizada entre el candidato de PRO, Mauricio Macri y el representante del gobierno nacional, Daniel Filmus. El resto de los candidatos han quedado muy relegados y su participación quedó limitada al plano del carácter testimonial. La razón por la que esto ha sucedido es que las aspiraciones hegemónicas del kirchnerismo han provocado que estas elecciones se “nacionalicen” implícitamente, es decir, estén condicionadas por su impacto en el escenario nacional, que se dirimirá en la elección presidencial del próximo 23 de octubre. Esta elección es una suerte de “prueba piloto” con vistas a los comicios presidenciales.

¿Qué posición cabe asumir, desde un punto de vista liberal, frente a la elección de la Capital Federal, en este contexto político? Si la elección fuera “químicamente pura”, en vista de que no hay candidatos que representen genuinamente al liberalismo, sería cuestión de cada votante que elija a quien quiera o que se abstenga de votar si lo prefiere. Pero la elección no es “químicamente pura” sino que está contaminada con el proceso de nacionalización que le impuso el gobierno. Entonces, el análisis debe ser realizado desde esa perspectiva. Para el liberalismo no es indiferente que el gobierno se convierta o no en una fuerza hegemónica. Las posibilidades de que el liberalismo crezca en la consideración política del pueblo argentino están relacionadas con que haya espacio para que eso suceda. El kirchnerismo se propone impedir la presencia de voces disidentes, entre ellas, la del liberalismo. Este es el marco en el cual hay que analizar la postura del liberalismo respecto de la elección de la Capital Federal.

La clave de la estrategia kirchnerista frente a la elección presidencial es imponer la idea de que “Cristina ya ganó”. Con ese argumento procuran generar desaliento en potenciales adversarios, que se produzca un sentimiento de resignación generalizada y que, de ese modo, se acepte la victoria del oficialismo como un hecho irreversible frente al cual es inútil cualquier resistencia. Una victoria de Filmus en esta elección sería totalmente funcional a esa estrategia. La interpretación –nada descabellada, por cierto- que el kirchnerismo le daría a una victoria del candidato gubernamental en la elección de Capital sería aproximadamente que “es tan evidente que Cristina ya ganó que hasta donde siempre perdimos, como Capital, también ganamos esta vez”.

Pero si esta estrategia del gobierno tiene éxito, el espacio para el liberalismo en el escenario político futuro quedará directamente anulado. Entonces, no es indiferente desde un punto de vista liberal que sea Macri o Filmus el ganador de la elección en Capital porque una victoria de Filmus sería un gran espaldarazo para las aspiraciones hegemónicas del kirchnerismo. A Macri pueden hacérsele innumerables críticas desde un enfoque liberal: que aumentó los impuestos, que su gestión no tiene transparencia, que no redujo la dimensión del aparato estatal del gobierno, que pactó con el sindicato municipal y muchos etcéteras más. ¡Pero Macri es claramente opositor al gobierno nacional! ¡Esta es la cuestión clave en este momento!

El kirchnerismo ha provocado un corte abrupto en el escenario político. De un lado, están ellos y sus aspiraciones hegemónicas, en la otra vereda estamos quienes valoramos el pluralismo. En ese sentido, y sin perjuicio de las innegables críticas que su gestión merece, los liberales debemos estar con Macri. No podemos ser tan dogmáticos de desconocer qué es lo que está en juego en esta elección. El árbol no nos puede hacer perder de vista el bosque. Por eso, en definitiva, la clave del análisis es que, dada la forma en la que los acontecimientos están planteados, Macri es el mal menor. Si en 2013 hay candidatos liberales, como lo promete el Partido Liberal Libertario, tal vez entonces tengamos la oportunidad de votar por nuestras propias posiciones políticas. Por ahora, no hay otra alternativa que acompañar a quienes están en condiciones de oponerse al kirchnerismo con mejores perspectivas.