martes, 30 de noviembre de 2010

Las "empresas formadoras de precios" son un mito kirchnerista


Entre los tantos disparates que se escuchan por estos días en relación a las causas de la inflación, uno de los más absurdos es el que hace alusión a “las grandes empresas formadoras de precios”... Si no fuera porque en cada ida al supermercado el dinero vale menos que en la visita anterior, ese argumento sería gracioso y hasta podría dar motivo para una representación farsesca. Conviene, entonces, dado que el gobierno parece no entenderlo y en su confusión transmite un mensaje erróneo, explicar brevemente cómo se forman los precios.

Los precios son la expresión del valor que la demanda –es decir, los consumidores- atribuyen a un producto cualquiera. Una botella de gaseosa vale tanto como el promedio de los consumidores estén dispuestos a pagarla. Las empresas venden la botella de gaseosa al mejor precio que puedan obtener por encima de los costos de producción. Si ese mejor precio fuera inferior a los costos de producción, no se venderían gaseosas. Pero si el precio que los consumidores están dispuestos a pagar por esa botella es muy superior a los costos de producción, se abre la posibilidad de que alguien esté dispuesto a vender esa misma botella por menos dinero y que se genere una situación de competencia que haga bajar el precio de la botella de gaseosa, lo cual beneficiará a los consumidores porque podrán comprar más barato. Esa competencia tiene como límite inferior los costos de producción, ya que, por debajo de ese límite, la producción de gaseosas comenzaría a tornarse deficitaria y ninguna empresa tendría interés en ofrecer ese producto a la venta a un precio que genere pérdidas.

Conocido este proceso, la afirmación de que hay “empresas formadoras de precios” resulta disparatada. No hay “empresas formadoras de precios” sino empresas que procuran ganar dinero vendiendo sus productos y consumidores que deciden si compran o no lo que tales empresas les ofrecen. De la interacción entre unos y otros surge el precio de cada producto (por ejemplo, las gaseosas). La pregunta que se plantea en este punto, por lo tanto, es la siguiente: ¿por qué hay inflación entonces?

Hay inflación, esencialmente, porque el gobierno emite y pone en circulación grandes cantidades de billetes -de pesos- los cuales se van sumando constantemente a la totalidad del dinero en circulación. Al aumentar la cantidad de pesos en circulación, alguna gente –es decir, algunos consumidores- tienen más dinero disponible. Esa mayor disponibilidad de recursos los hace estar en condiciones de pagar precios más elevados por los productos que pueden comprar (recordemos que los productos valen tanto como el promedio de los consumidores están dispuestos a pagarlos) y así es como producen el efecto inflacionario que, una vez puesto en marcha, se realimenta a sí mismo porque los aumentos de unos productos hacen que otros consumidores, que aspiran a consumir los productos que se encarecieron, reclamen para sí más billetes para poder compensar la pérdida de poder adquisitivo que sufrieron por los aumentos de precios. Pero esa demanda de más billetes para compensar las pérdidas iniciales provoca más emisión monetaria, la que le da nuevo impulso al proceso inflacionario, el cual se va acelerando y potenciando incesantemente a sí mismo, de modo que precios y salarios se lanzan a una carrera desenfrenada donde todo el desenvolvimiento de la economía concluye por descontrolarse completamente.

Todo esto demuestra que el argumento de las “empresas formadoras de precios” es una de las tantas falacias del gobierno kirchnerista para justificar su propia ineptitud para conducir la economía y garantizar el valor de la moneda. Como siempre, la forma de eliminar la inflación es restringir severamente la emisión monetaria y reducir sustancialmente los gastos del estado. Pero esto impediría la práctica del clientelismo porque no habría modo de financiar esas políticas. Esa es la contradicción insalvable de la política económica kirchnerista. Y, como es habitual, la víctima de esas inconsistencias es el pueblo...

lunes, 29 de noviembre de 2010

Tres razones para que Cristina pierda las próximas elecciones


Desde que el kirchnerismo perdió las elecciones legislativas del año pasado, a pesar de todas las trampas que hizo para tratar de impedir la derrota –adelanto imprevisto de los comicios, listas colectoras, candidaturas ficticias, etc- está planteado el interrogante acerca de si, en 2011, el actual gobierno será desplazado y reemplazado por alguna otra corriente, menos autoritaria, menos prepotente y menos avasallante. Es utópico esperar que en 2011 haya un gobierno liberal pero, al menos, sería deseable que haya un gobierno genuinamente democrático. En ese contexto, podría resultar posible abrir debates sobre las cuestiones de fondo y así lograr que el liberalismo gane terreno. Pero mientras el kirchnerismo esté en el gobierno ni siquiera el debate es posible porque el gobierno bloquea inclusive esa posibilidad.

La pregunta, por lo tanto, es: ¿puede perder el kirchnerismo en 2011?; ¿qué razones hay para creer que el actual gobierno podría perder las próximas elecciones? En principio, una razón importante es que los motivos que derivaron en la derrota del año pasado siguen vigentes. El gobierno no da señales de tener voluntad de mejorar la calidad institucional, convivir con quienes disienten con las políticas oficiales, tolerar a los adversarios, etc. El kirchnerismo sigue creyendo ser el dueño absoluto de la Verdad Revelada. Esa conducta genera rechazo en la población, moderado después de la muerte de Néstor Kirchner por el sentimiento de condolencia personal con la Presidenta.

Pero además de eso, hay tres temas puntuales que tienen un elevadísimo costo político para el gobierno. Si los consideramos en forma conjunta, configuran un cóctel explosivo para cualquier gobierno:

1º) LA INFLACION El hecho de que día a día el valor del dinero se diluya es un factor de altísimo impacto político negativo. El gobierno procura diluir ese efecto con aumentos puntuales –como los 500 pesos no remunerativos a los jubilados que cobran menos de 1500 pesos- y con argumentos dialécticos falsos como la afirmación del ministro de economía en el sentido de que los aumentos de precios “sólo afectan a la clase media alta” pero lo cierto es que cada argentino siente con dolor, impotencia y desazón la pérdida de poder adquisitivo de su dinero y experimenta nítidamente el sentimiento de angustia e incertidumbre que de ese fenómeno se deriva.

2º) LA INSEGURIDAD Es absolutamente obvio que el grado de impunidad de los delincuentes ha llegado a niveles elevadísimos y que el pronóstico es desfavorable. El gobierno no ha hecho absolutamente nada para resolver este problema y mantiene una política permisiva ante el delito, en razón de una formación ideológica que identifica firmeza con represión. De ese modo, los malvivientes han encontrado que el riesgo de delinquir es mínimo porque no hay perspectivas de sufrir sanción alguna, lo que induce a incurrir en ese tipo de conductas y, en virtud del éxito de quienes así proceden y de los beneficios que obtienen, se estimula la imitación sin que la sociedad tenga métodos para defenderse como consecuencia de la inacción estatal.

3º) LA CORRUPCION Casi diariamente aparecen nuevas evidencias de negociados entre el gobierno y sus allegados con el fin supuestamente de recaudar dinero para campañas políticas pero que revelan evidentes focos de corrupción, con retornos, comisiones y desvíos de fondos en beneficio de funcionarios oficiales y empresarios asociados. La sociedad argentina está acostumbrada a eso y no se asombra pero eso no significa que lo convalide. En un contexto donde hay otros temas que de por sí generan cuestionamientos de parte un sustancial porcentaje de la sociedad hacia el gobierno, estos actos de corrupción constituyen “la frutilla del postre”.

Este conjunto de factores, razonablemente, debería conducir a la derrota del gobierno en 2011. Pero para que todo esto se concrete es necesario que haya quien le gane al gobierno. Por ahora es alternativa no ha surgido. Pero tampoco es aún el momento de que eso ocurra. Dentro de algunos meses estas cuestiones deberían terminar de quedar aclaradas.

viernes, 26 de noviembre de 2010

El "efecto velorio" tiene alcances limitados.


La viudez de Cristina Fernández se ha convertido, por estos días, en el dato central del escenario político. Todas las encuestas demuestran que la popularidad de la Presidenta ha crecido exponencialmente desde la muerte de su marido. Se trata de un hecho absolutamente irracional pero las irracionalidades también forman parte de las circunstancias políticas y de las conductas humanas. La misma Señora que el 26 de octubre era para mucha gente una persona desagradable y criticable, se convirtió, por un factor de carácter personal, en una Presidenta estimable y popular. No es la primera vez que sucede algo así y, seguramente, no será la última.

La Señora no gobierna desde la muerte de Kirchner de un modo sustancialmente diferente a como lo hacía antes del fallecimiento de su marido. Por lo tanto, no hay motivos perceptibles como para que la imagen que el pueblo tiene de su gestión sea diferente. Hay un comprensible sentimiento de consideración personal que deriva en una mayor tolerancia hacia su gestión de gobierno. Eso es lo que las encuestas reflejan. La pregunta que cabe formularnos es qué alcance tiene este sentimiento.

Para los militantes gubernamentales, el hecho de que las encuestas reflejen una ostensible elevación de la imagen de la Señora es un síntoma de que, a pesar del fallecimiento de Kirchner, el oficialismo podrá emerger como ganador de las próximas elecciones. Pero faltan once meses para las elecciones. El interrogante que se plantea es si las siempre volubles y tornadizas preferencias populares seguirán siendo las mismas cuando llegue el día de votar. Porque así como la opinión pública hizo levantar los guarismos favorables a la Señora de un día para el otro por el simple hecho de haber enviudado, del mismo modo esa opinión pública puede empezar a dejar atrás ese factor y dar mayor relevancia a la inflación, la inseguridad y la corrupción que constituyen los rasgos característicos de la gestión de la viuda de Kirchner.

¿Cuánto puede durar el “efecto velorio”? Es muy dudoso que subsista eternamente. La señora Cristina es la viuda de Kirchner, no la viuda del pueblo argentino. ¿Seguirá este efecto vigente para marzo, cuando haya que tomar las decisiones críticas en términos de candidaturas electorales? Permítasenos ser escépticos en este sentido. El sentimiento de consideración personal hacia la Presidenta es entendible pero, en términos políticos, es una cuestión irrelevante. Es altamente probable que, cuando llegue el momento de definir posicionamientos con vistas a las próximas elecciones, primen las consideraciones eminentemente políticas y no los sentimientos de condolencia. La muerte de Kirchner modificó el escenario político porque –aunque hasta ahora el gobierno no lo haya demostrado- habilitó un escenario de negociación interna en el peronismo. La movida de Reutemann, al alejarse del peronismo disidente, es un “guiño” hacia el kirchnerismo, que puede así permitirse una negociación que, en vida de Kirchner, hubiera sido impensable.

La postura intransigente del gobierno en estas últimas semanas no debe ser tomada como irreversible. Era lógico que, ante la posibilidad de que las corrientes opositoras intentaran aprovechar la muerte de Kirchner para acorralar al oficialismo, la respuesta del kirchnerismo haya sido abroquelarse y defender su posición “a capa y espada”. La pusilanimidad de la oposición le facilitó mucho la tarea, por cierto. Pero si el kirchnerismo quisiera sostener en el tiempo esta línea política, todos los rechazos que generó en los últimos años reaparecerían con mayor virulencia. A una viuda se le puede tener cierta consideración personal pero si persisten la inflación, la inseguridad y la corrupción, no hay margen para imaginar que se le seguirá prestando apoyo electoral. Por todo esto, no cabe suponer que el “efecto duelo” vaya a tener más que una vigencia circunstancial. Y, cuando ese impacto emocional haya pasado definitivamente, las encuestas volverán a reflejar el rechazo mayoritario del pueblo hacia el kirchnerismo. Será entonces cuando habrá que considerar seriamente el escenario electoral para octubre de 2011.

jueves, 25 de noviembre de 2010

El año parlamentario concluido ayer no arroja ningún saldo positivo


Concluyó ayer un año legislativo que no deja margen para ningún comentario positivo. Había una pequeña expectativa de que la nueva composición del Congreso, surgida de las elecciones de 2009, donde el kirchnerismo había perdido la mayoría, diera lugar a algunos cambios pero esa expectativa no se cumplió, en gran medida como consecuencia de la pusilanimidad de la oposición y el eficaz desenvolvimiento del oficialismo, que logró casi siempre neutralizar cualquier iniciativa que pudiera oponerse a sus designios. La única excepción fue cuando la oposición, con el voto determinante del vicepresidente, Julio Cobos, logró sancionar la norma que establecía el 82 % móvil para los jubilados, ley que fue vetada por el Poder Ejecutivo.

Pero lo que importa no es el contenido propiamente dicho de las leyes, que en casi todos los casos es cuestionable desde un punto de vista liberal, sino el modo en el que la actividad parlamentaria se desarrolla. Hacemos hincapié en esto, en las formas, porque sería una ingenuidad esperar que los partidos políticos más importantes –y los menos importantes también- sancionen leyes de contenido liberal. Pero si al menos los debates parlamentarios se desarrollaran dentro de un marco formal argumentativo, la posibilidad de dejar sentadas posiciones de orientación liberal, al menos en el plano testimonial, tendría un sentido político razonable. Lo lamentable del parlamento argentino es que los debates carecen por completo del mínimo contenido conceptual. Por lo tanto, ni siquiera tiene sentido ejercer la oposición ante los partidos mayoritarios. Los legisladores, con escasísimas excepciones, son tan limitados, tan mediocres, tan inoperantes, que ni siquiera ofrecen flancos apropiados para cuestionarlos. Y si alguien intentara iniciar un debate conceptual, la población no lo escucharía y su voz quedaría ahogada en la indiferencia generalizada.

Los liberales no podemos pedir que los legisladores sancionen leyes liberales porque semejante requerimiento sería excesivo. Pero lo que sí nos gustaría es que, al menos, debatan civilizadamente y que expongan las razones por las cuales son partidarios del estatismo, del intervencionismo, del dirigismo. Es también cierto, en este sentido, que quienes estamos enrolados en el liberalismo tenemos una cuota de responsabilidad porque es bastante posible que, si tuviéramos una oportunidad de hacernos oir, nos faltaría “muñeca” política para desenvolvernos, de modo que, aunque pudiéramos hacerlo, es posible que no seamos capaces de expresarnos apropiadamente porque nosotros mismos también estamos inmersos en la confusión predominante.

El punto de partida para que Argentina encuentre la cordura política –que es dudoso que alguna vez la haya tenido- es que se establezca un sistema de convivencia institucional mínimamente ordenado. En ese contexto, aunque las ideas debatidas sean malas, al menos habrá margen para que aparezcan las iniciativas positivas. Ese espacio, actualmente, no existe, en gran medida, por cierto, porque el kirchnerismo hace todo lo posible para impedir que aparezca pero también porque todas las corrientes de la oposición son incapaces de establecer algún mecanismo para neutralizar los planes de sabotaje institucional del gobierno.

El balance, en definitiva, es negativo y sin perspectivas de que la situación cambie dentro de un plazo previsible. Quizá a partir del recambio gubernamental se modifique también el clima político y sobrevenga un tiempo menos confrontativo y con más margen para el ejercicio de un criterio de convivencia que abra resquicios por los cuales pueda ir inoculándose gradualmente una mayor racionalidad. En ese contexto, si las sabemos aprovechar, es muy probable que los liberales encontremos oportunidades para hacernos oir. Si eso ocurre, se habrá abierto una brecha que, al menos dejará margen para la esperanza.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

El acuerdo del gobierno con el FMI para medir la inflación es una "bomba de humo"


El anuncio formulado ayer por el ministro de economía, Amado Boudou y la directora del Indec, Ana María Edwin (ambos en la foto) en el sentido de que fue firmado un acuerdo para que el FMI (Fondo Monetario Internacional) colabore en la elaboración de un nuevo índice de precios es sospechoso, tiene “mal olor”. Boudou, con su habitual imprecisión, no ha dado explicación satisfactoria alguna acerca de las razones por las que este acuerdo haya sido firmado. Según los análisis más sensatos, el motivo de este acuerdo es que el gobierno quiere saldar la deuda con el “Club de París” y una de las condiciones que le están exigiendo es que presente datos estadísticos que cuenten con la aprobación del Fondo. Por lo tanto, no tiene la viuda más alternativa que ir a “morir al pie” del tantas veces denostado FMI. Por supuesto, la hipocresía gubernamental presenta esta claudicación como un avance. "Nunca existió un verdadero IPC nacional, bien hecho y con representatividad", expresó el director técnico del INDEC, Norberto Itzcovich.

Esta última afirmación, por supuesto, es falsa, al menos si se la toma en forma absoluta y como argumento para fundamentar la intervención del FMI en la elaboración de las estadísticas referidas a la evolución de los precios. El INDEC era un organismo estatal que operaba de un modo sumamente satisfactorio hasta que el kirchnerismo lo invadió porque daba índices que no satisfacían sus conveniencias políticas. Es técnicamente cierto, como Itzcovich lo dice, que los índices que el INDEC elaboraba antes de la ocupación del organismo por el kirchnerismo, no eran absolutamente representativos de la inflación en el nivel nacional y que había regiones del país que no estaban totalmente cubiertas. Lo que Itzcovich no aclara –y, por supuesto, todo el gobierno acompaña esa omisión- es que esas falencias podrían haber sido cubiertas con el propio trabajo del equipo técnico que existía en el INDEC hasta la intervención decretada por el gobierno y que es absolutamente innecesario que venga el FMI a explicar cómo se mide la inflación en Argentina. Si hay en Argentina equipos técnicos holgadamente solventes para realizar con eficacia las mediciones necesarias ¿por qué convocar al FMI para que haga ese trabajo? El gobierno no aclara esa cuestión.

Es inverosímil que a un gobierno que viene empleando la mentira como sistema desde hace casi ocho años le haya brotado súbitamente un afán por conocer la verdad acerca de los índices inflacionarios. Y si el gobierno tiene realmente esa intención ¿por qué acordar con el FMI, un organismo tantas veces denostado, cuando existen en Argentina los recursos humanos idóneos para realizar esa tarea? No sólo los técnicos del INDEC desplazados por la intervención kirchnerista están capacitados para realizar esa tarea sino que existe también un trabajo realizado por un conjunto de técnicos de varias universidades precisamente por una solicitud del gobierno. Ese trabajo no fue tenido en cuenta por Boudou. Daniel Pérez, decano de la Faculta de Ciencias Exactas de la UBA expresó que "el informe académico tenía propuestas muy interesantes para mejorar la credibilidad del Indec, basados en el diagnóstico de gente de mucho prestigio que trabaja en las universidades argentinas".

Si el gobierno tuviera verdaderamente la intención de sincerar los índices de inflación, aclararía todas estas cuestiones. Como el kirchnerismo es una corriente política que apela sistemáticamente a la mentira, no hay razones para creer en nada de lo que diga acerca del modo en que medirá la inflación de ahora en más. En principio, este anuncio del acuerdo con el FMI no puede ser visto más que como una “bomba de humo” destinada a ocultar –probablemente más hacia el extranjero que hacia dentro del país- el hecho de que el sistema estadístico argentino ha sido arrasado por una horda de facinerosos comandados por Guillermo Moreno. Es posible que este anuncio del acuerdo con el FMI sirva para engañar transitoriamente a los acreedores del Club de París. Pero, como siempre sucede, después de poco tiempo, las mentiras del kirchnerismo quedarán a la vista y la inconsistencia de sus políticas emergerá una vez más. Nada nuevo bajo el sol. Se trata de una película de terror que venimos viendo una y otra vez desde que el “pingüino” desembarcó en la Casa Rosada.

martes, 23 de noviembre de 2010

Aunque la Presidenta opine lo contrario, los pactos corporativos no detienen la inflación


La iniciativa impulsada por la Presidenta de la Nación, mencionada en su discurso de la semana pasada en el encuentro organizado por la Unión Industrial Argentina, la cual consiste en promover un acuerdo entre empresarios y gremialistas con la supervisión del gobierno para encuadrar los aumentos de precios y de salarios en un marco que garantice que los precios de los productos y servicios no se descontrolen, está destinada al fracaso. La propuesta de la Presidenta está mal formulada, no contempla la naturaleza real del problema, parte de premisas erróneas y, por lo tanto, no producirá los resultados que la Señora espera. Si el método para tratar de resolver el problema inflacionario es la firma de un pacto, lo que sucederá, sencillamente, es que la inflación no se detendrá. Eso derivará en una disminución de la calidad de vida general de la población del país, en un costo político para el gobierno y en una disminución de la rentabilidad empresarial.

La propuesta de Cristina Fernández es absolutamente voluntarista, está basada en la idea de que los empresarios accedan solidariamente a no aumentar los precios más allá de ciertos límites y que los gremios no reclamen aumentos salariales más allá de un límite equivalente. Si esta iniciativa funcionara, todos viviríamos armónicamente, felices y satisfechos. La parte de la historia que la viuda de Kirchner no cuenta es que, mientras tanto, el gobierno continuará emitiendo moneda para financiar su política basada en el clientelismo generalizado. De ese modo, mientras por un lado el gobierno promueve un acuerdo corporativo para detener la inflación, al mismo tiempo alimenta los factores que generan esa misma inflación que procura detener. Se trata obviamente, de una conducta política completamente contradictoria y que apuesta a que la voluntad de los participantes del acuerdo se imponga por sobre los hechos brutales que el propio gobierno produce. La razón por la cual esa apuesta es inviable es que la emisión desenfrenada que el gobierno despliega inunda la plaza de moneda y eso desvaloriza el signo monetario independientemente de la voluntad del gobierno y de los acuerdos puntuales que los dirigentes empresarios y sindicales expresen.

La inflación es una cuestión de hecho, no de palabra. La idea de que el anuncio de un pacto entre la Señora Cristina, el presidente de la UIA, Héctor Méndez y el líder de la CGT, Hugo Moyano, va a derivar en una detención del proceso inflacionario, es absurda, inconsistente, no está basada en razones sustentables. El hecho de que la Presidenta procure resolver el problema de la inflación por medio de un pacto corporativo de esta índole demuestra el nivel de irrealidad, de fantasía, de ensoñación en el que se desenvuelve. Es probable que el primero que supiera que un proyecto de este tipo es inviable fuera su marido, un hombre demasiado inteligente como para no darse cuenta de algo tan evidente.

Por lo demás, es impensable que los dirigentes empresariales y sindicales crean muy seriamente en algo así aunque, para salvar las formas y no contradecir abiertamente a la Señora, es posible que accedan a prestarse a una negociación acerca de este tema. Pero no por eso el acuerdo va a funcionar en los hechos. La inflación recrudecerá y quien pagará las consecuencias, como siempre, será el pueblo, ese pueblo a quien la demagogia oficialista dice defender ante los supuestos abusos de los poderosos.

Vale la pena en este punto recordar que, durante el gobierno de Menem, sin perjuicio de muchas cosas nocivas y cuestionables que sucedieron, el valor de la moneda se mantuvo estable durante largo tiempo y que no hubo durante ese período pactos corporativos de ninguna índole. La razón de la estabilidad monetaria durante el gobierno de Menem fue, sencillamente, que el gobierno no emitía moneda. Menem contrajo deudas impagables y por eso su política económica concluyó por estallar. Pero Menem siempre fue respetuoso del valor del signo monetario. Y ése es un mérito que, junto a sus muchos errores, no se le puede dejar de reconocer. El gobierno actual haría bien en tener en cuenta ese antecedente. Porque no son los pactos corporativos sino la disciplina monetaria el remedio eficaz para combatir la inflación. Esto ha sido dicho infinidad de veces pero la Señora no lo quiere tener en cuenta. Ella misma se tendrá que hacer cargo del costo político de su propio empecinamiento.

lunes, 22 de noviembre de 2010

La inflación erosiona al gobierno y potencia a Reutemann


Es un hecho objetivamente perceptible que, después de la muerte de Néstor Kirchner, la posición política del gobierno experimentó una consolidación. Lo demuestran las encuestas que han trascendido (aunque varían en los números, todas coinciden en que la muerte de Kirchner derivó en una mejoría de la imagen de la Presidenta) y se verifica en los hechos que las dificultades de la oposición para coordinar una acción conjunta se acentuaron a partir del 27 de octubre. Este debilitamiento de la oposición, sumado al hecho de que la Presidenta se ha hecho definidamente cargo del liderazgo de su sector político, ha provocado, por comparación, un fortalecimiento del oficialismo. Las encuestas reflejan este fenómeno aunque la interpretación suele ser errónea, diciéndose que la Presidenta mejoró su imagen porque a la gente le da lástima que se haya quedado viuda. Quizá sería más acertado decir que, ante el escenario de incertidumbre que la muerte de Kirchner provocó, hay una tendencia espontánea a aferrarse a la única certeza que hay, que es la existencia de este gobierno. Como cualquier persona normal le teme a la anarquía y lo único que hay es Cristina, un buen número de personas apoya a Cristina porque es lo único que le queda. Esa es la explicación al crecimiento de la Presidenta en las encuestas de imagen.

El interrogante que surge es si se trata éste de un fenómeno permanente o pasajero. ¿Tendrá en marzo la Presidenta la misma buena imagen que muestra en noviembre? El proyecto kirchnerista tiene un talón de Aquiles muy vulnerable, que es la inflación. Se trata de un factor absolutamente determinante y que tiene una influencia fulminante. Alfonsín no pudo estabilizar nunca su gestión por no poder controlar la inflación y Menem pudo sostenerse por más de diez años porque los precios no se movían. Mientras la inflación, no se descontroló, el kirchnerismo logró sostenerse pero a medida que los índices reales fueron subiendo, el actual gobierno fue perdiendo adhesiones. La coyuntura ha determinado, por las razones explicadas más arriba, que la posición del gobierno se ha fortalecido después de la muerte de Kirchner. Pero ¿cuánto puede durar este fenómeno en un contexto de inflación persistente?

El dirigente opositor que, con más habilidad se movió después de la muerte de Kirchner fue, una vez más, Carlos Reutemann. Hay mucha gente que subestima al Lole porque habla poco, elude las definiciones precisas y no se mezcla en el conventillo político cotidiano. En un contexto de tanta degradación de la vida política, esa toma de distancia, paradójica pero comprensiblemente, constituye un factor de prestigio para Reutemann porque le permite diferenciarse. Y éste es un dato que no debe ser soslayado para la hipótesis –altamente probable- de que la imagen del gobierno se desdibuje por completo si no logra controlar la inflación.

La posibilidad de que el kirchnerismo controle la inflación parece muy lejana. La aplicación de métodos de gestión económica que irremediablemente provocan inflación es consustancial al kirchnerismo. El gobierno necesita disponer de fondos para financiar el clientelismo. Pero como a pesar de todos los artilugios esos fondos son insuficientes, debe recurrir a la emisión de moneda, factor generador de inflación. Cuando la incapacidad del kirchnerismo para controlar la inflación se ponga en evidencia, la imagen de la Presidenta volverá a caer en picada. Y en ese contexto, el hecho de que Reutemann esté disponible como alternativa del peronismo aparece como la perspectiva más firme frente al escenario electoral del año próximo.

No hay margen para esperar con razones inteligibles que el gobierno logrará controlar la inflación. La propia dinámica en la que está inmerso lo lleva a sostener la emisión monetaria y, en ese contexto, la inflación es inevitable a pesar de las fantasías pactistas entre empresarios, sindicatos y gobierno con las que la Señora ensueña entre las sábanas de su cama de la Quinta de Olivos. Sólo es cuestión de unos meses para que las fantasías queden en evidencia. Y entonces el kirchnerismo empezará a ser sólo un mal recuerdo.

viernes, 19 de noviembre de 2010

La propuesta de la UCR pone al kirchnerismo "entre la espada y la pared"


La propuesta de la Unión Cívica Radical, en el sentido de estar dispuesta a tratar el presupuesto e incluso aprobarlo en general a cambio de que el gobierno acepte modificaciones en el tratamiento en particular, es un hábil y positivo gesto político. Ya sabemos que el presupuesto es un adefesio, que no refleja la realidad de la situación fiscal del estado y que sus previsiones son irreales. Pero, al margen de todo eso, lo cierto es que el mero hecho de que el presupuesto sea tratado en el Congreso se ha convertido en un problema –en el principal problema, en realidad- en sí mismo. El problema no es el contenido del presupuesto sino el trámite parlamentario para sancionarlo. El kirchnerismo, fiel a su naturaleza, pretendía, por orden de la Presidenta, que el presupuesto fuera aprobado “sin que se modifique ni una coma”. Esa estrategia fracasó definitivamente el miércoles cuando la mano derecha de Graciela Camaño se estrelló en la cara de Carlos Kunkel. De ahí en más, no quedó margen para que el gobierno intente llevar adelante su estrategia de aprobar el presupuesto o victimizarse. Ante ese escenario, la propuesta de la UCR en el sentido de promover una reapertura del tema pero forzando al oficialismo a aceptar un escenario diferente es un gesto que contribuye mucho a distender el clima político y sirve para hacerle constar al kirchnerismo que los métodos que empleaba mientras Néstor Kirchner estaba en vida ya son inviables.

"Si el Gobierno quiere tener presupuesto y no quiere victimizarse, que convoque a la Comisión de Presupuesto para sacar dictamen. Si revisa su posición, nosotros daremos quórum. Si no convoca a la comisión, quedará en evidencia que el Gobierno no quiere el presupuesto y que pretende prorrogar el de este año manejándose con superpoderes", razonó el senador radical Ernesto Sanz.

La jugada del radicalismo es muy astuta porque implica propinarle al kichnerismo una derrota categórica pero, al mismo tiempo, lo pone en una posición que no puede rechazar sin poner en evidencia, de un modo indefendible, sus inclinaciones hegemónicas.

Es probable que algunos liberales, encerrados en una visión excesivamente ideologizada de la política, cuestionen esta apreciación elogiosa de la postura del radicalismo bajo el argumento de que no se modificarán los ejes sustanciales de la política económica y que el estado continuará inmiscuyéndose indebidamente en la actividad económica y confiscando ilegítimamente los dineros de los ciudadanos. No hay dudas de que esto seguirá sucediendo y que en ese sentido la postura del liberalismo debe ser invariable y severamente crítica. Pero en el nivel de degradación al que la política argentina ha llegado, estamos en un punto donde las formas del tratamiento parlamentario se han convertido en una cuestión aún más importante que los contenidos propiamente dichos. Sería positivo que se institucionalicen formas aceptables de debate parlamentario porque, en ese contexto, los liberales encontraremos espacios favorables para expresar nuestras disidencias con los contenidos propiamente dichos.

La propuesta del radicalismo, en definitiva, es positiva porque contribuye a llevar la dinámica política hacia un terreno que favorece la creación de espacios para que el liberalismo se haga oir. Los radicales siempre serán desastrosos en lo referido a las cuestiones económicas, no saben administrar ni un kiosco. El ingeniero Alsogaray expresó alguna vez en un acto en la Federación de Box que ser radical “es un pecado irredimible”. Pero en este caso, muy astutamente, están haciendo una propuesta sensata porque pone al kichnerismo “entre la espada y la pared” y es conveniente que los liberales la apoyemos, sencillamente, porque políticamente nos favorece. Debemos ser consecuentes en lo referido a los contenidos de nuestras propuestas pero, en términos políticos, siempre es conveniente tener la suficiente flexibilidad como para percibir las oportunidades favorables, aún aquellas que son impulsadas por nuestros adversarios. Este es un caso en el cual ese principio puede ser apropiadamente puesto en práctica.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Kunkel se tenía merecida la piña que Camaño le aplicó


La piña que la diputada Graciela Camaño le aplicó a Carlos Kunkel estuvo muy bien aplicada. Por supuesto que los legisladores no deben apelar a los golpes para dirimir cuestiones políticas pero lo cierto es que Kunkel es un caso especial aún dentro del contexto general del kirchnerismo.

El kirchnerismo en general es una corriente política sumamente irritativa. Néstor Kirchner era inaguantable, la viuda es soberbia, Aníbal Fernández es un maleducado y un irrespetuoso, Boudou es un patán, los empresarios afines al gobierno son todos delincuentes, Moyano y D’Elia son patoteros, Moreno es un operador mafioso, entre muchas otras lacras, entre las cuales hay gran cantidad de aduladores y bufones contratados. Dentro de este elenco –donde también juegan su papel Zanini, De Vido, Randazzo y los intelectuales de Carta Abierta encabezados por Forster, entre otros- Carlos Kunkel es un caso especial.

Kunkel es un tipo no inteligente pero sí muy agudo, muy filoso, muy incisivo. No es particularmente visible y posiblemente no tenga una gran capacidad de trabajo, por lo cual no ocupa un cargo operativo relevante dentro del gobierno. Pero aplica su agudeza al mejor estilo kirchnerista, con el deliberado propósito de enredar, desacreditar y provocar a sus opositores. Lo hace siempre, de manera sistemática, con el más absoluto desparpajo. Dentro de un gobierno irritativo por definición, Kunkel es el más exasperante de todos sus representantes. Estaba dentro de la lógica de los acontecimientos que algún día alguien se iba a cansar, iba a dejar de lado las formas y le iba a facturar todas sus provocaciones juntas.

Graciela Camaño no es un personaje político estimable. Es la esposa y socia política nada menos que de Luis Barrionuevo, aunque tiene un peso propio dentro del escenario político. Pero, básicamente, es la esposa de Barrionuevo, algo que Kunkel se encargaba de remarcar constantemente. Finalmente, sucedió lo lógico: la señora se cansó de ser menoscabada y, en vista de que Kunkel es incapaz de entender por las buenas, lo agredió de hecho a la vista de todo el país.

Kunkel se tenía merecido que alguien le hiciera lo que Camaño le hizo. Kunkel es un sujeto despreciable, un personaje que no merece la menor consideración porque él es el primero en no tenerla por los demás. El único método que Kunkel entiende es el de la fuerza y Camaño, que no es una intelectual ni tiene la agudeza de Kunkel, conoce los códigos de la calle y le pagó con la única moneda que Kunkel reconoce como legítima.

La piña que Camaño le aplicó a Kunkel es, aunque no lo parezca, un soplo de aire puro en el escenario político. El golpe de Camaño a Kunkel es, como la resistencia del campo, como el “voto no positivo” de Cobos, como el resultado de las elecciones del año pasado, una forma de ponerle límites a los abusos y las arbitrariedades del kirchnerismo por medio de los únicos métodos que el gobierno entiende: los hechos consumados.

Este gesto no proyecta a Camaño a la ocupación de un espacio más amplio dentro de la política. Camaño siempre fue una figura apenas discreta del elenco político y, principalmente, como Kunkel lo recalcaba hasta la exageración, está inhabilitada para cualquier reconocimiento por ser la esposa de un sindicalista impresentable como Barrionuevo y operar en forma conjunta con él. Si Camaño aspiraba a hacer una carrera política más ambiciosa no debió haberse casado con Barrionuevo o al menos debió haberse divorciado mucho antes.

Pero, de todos modos, es sano que alguien, en este caso Camaño, haya perdido la paciencia y le haya aplicado a Kunkel un golpe que lo dejó en ridículo. Kunkel tomó de su propia medicina. Camaño fue quien se la suministró y le hizo un bien al país con ese gesto. Kunkel ya no se sentirá impune si quiere seguir exasperando a sus adversarios políticos. Se lo tiene merecido.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

La tolerancia como proyecto político


Si hubiese que definir en una sola palabra al kirchnerismo, el término más apropiado probablemente sería “intolerancia” aunque “hipocresía” también sería un vocablo con posibilidades de ser elegido. Pero “intolerancia” califica más al kirchnerismo que cualquier otro término porque todas los demás acciones del oficialismo son instrumentaciones de ese fenómeno básico. El kirchnerismo es genéticamente intolerante y todas sus conductas operativas -como la hipocresía, por ejemplo- se desprenden de ese rasgo inicial.

En cualquier otro contexto social, el kirchnerismo sería severamente rechazado por el pueblo pero en Argentina eso no sucede de manera tan ostensible porque la intolerancia desmedida siempre ha sido un rasgo característico del desenvolvimiento social argentino y ese perfil ha estado constantemente presente en las prácticas políticas, de modo que la intolerancia no asombra a nadie. Esto no quita que el kirchnerismo haya llevado esa característica hasta límites extremos aunque con la particularidad de que no ha recurrido a los métodos violentos para imponer sus iniciativas políticas. El kirchnerismo difama, miente, soborna, presiona, condiciona pero no mata, secuestra ni tortura. Las diferencias entre el kirchnersimo puro y su aliado Hugo Moyano radican en que Moyano es más proclive al empleo de métodos violentos.

Lo que el kirchnerismo no tolera, esencialmente, es el disenso. Néstor Kirchner ni mucho menos su esposa admiten que a sus iniciativas políticas se le modifique “ni una coma” y quien quiera hacerlo es destituyente, oligarca, empleado de Clarín o La Nación, miembro de un grupo económico concentrado y toda la usual retahíla de exabruptos a las que el elenco gobernante nos tiene acostumbrados.

Pero esa exacerbación de la intolerancia provoca, por un efecto contraste que es muy habitual en los procesos políticos, una revalorización de la tolerancia como un fin en sí mismo. Obsérvese que, en general, las elecciones siempre son ganadas por quien logra diferenciarse: Alfonsín y su propuesta democrática se diferenciaron de la dictadura previa; Menem y la estabilidad monetaria se diferenciaron de la hiperinflación; la Alianza y su progresismo se diferenciaron del "neoliberalismo" menemista; Kirchner y la gobernabilidad se diferenciaron de la anarquía delarruista... Siguiendo esta lógica, resulta altamente probable que las próximas elecciones sean ganadas por quien logre diferenciarse de la intolerancia kichnerista.

Seguramente no faltará aquí quien sostenga que con la tolerancia solamente no se gobierna, que hacen falta políticas concretas en lo referido a la economía, la crisis de la seguridad pública, etc. Es cierto, todo eso hace falta. Pero la política no es simplemente una cuestión técnica. Hay componentes emocionales que son determinantes en los pronunciamientos electorales. Y en este momento, después de más de siete años de intoxicación con la intolerancia kirchnerista, quien logre transmitir una propuesta de paz social y concordia colectiva -sin perjuicio de las diferencias de criterio político- muy probablemente logre atraer hacia sí la adhesión popular.

Es posible también que no falte quien crea que se trata de un proyecto poco ambicioso. Pero no es tan así. Para un país que históricamente ha sido tan proclive a la falta de contemporización, el hecho de que alguien gane elecciones con una imagen que proyecte la idea de tolerancia, convivencia y respeto sería silenciosamente revolucionario. Y sería muy positivo que eso suceda porque, en un marco de diálogo, debate racional y análisis objetivo de la realidad, el liberalismo sin ninguna duda tendrá muchas más posibilidades que las actuales de obtener consensos que ahora le están vedados. Quizá se nos esté abriendo una oportunidad inesperadamente favorable. Que se concrete...

lunes, 15 de noviembre de 2010

La inflación requiere soluciones compatibles con la realidad, no con los libros


La inflación es ¿quién lo duda? uno de los mayores problemas políticos de Argentina, seguramente junto con la inseguridad. Y es también la inflación uno de esos temas en los cuales las dificultades de los liberales argentinos para insertarse en la realidad se manifiesta más ostensiblemente. Vale por lo tanto la pena dedicarle unas líneas a reflexionar sobre el tema.

Los autores liberales más prestigiosos formulan propuestas muy ambiciosas y muy elaboradas técnicamente para promover un ordenamiento monetario más sano: empleo del patrón oro como base universal del sistema monetario, privatización de la emisión de monedas, disolución de los bancos centrales, etc. Todas esas medidas, apropiadamente llevadas a cabo, seguramente darían como resultado práctico un ordenamiento monetario más sano, más estable, más previsible y más sustentable. Lo más importante de todo es que ese sistema monetario garantizaría de un modo más eficaz los derechos individuales de los ciudadanos, los protegería contra los abusos de los burócratas estatales y daría lugar a un crecimiento más sostenido y consistente de la economía, con el consiguiente efecto de un incremento en el bienestar generalizado. No hay duda de que sería altamente deseable que las ideas de los pensadores liberales sean puestas en práctica porque los beneficios que esas iniciativas traerían aparejadas las tornarían altamente recomendables.

El problema es que hay mucha gente a quien la inflación le preocupa pero no está de acuerdo con la aplicación de las ideas de los teóricos del liberalismo. Y como los liberales somos una absoluta minoría, es inimaginable que las ideas de los teóricos del liberalismo sean puestas en aplicación aquí y ahora. Pero la inflación que deprecia el dinero que cada uno de nosotros tenemos en el bolsillo sí nos afecta aquí y ahora. Por lo tanto, tenemos que promover soluciones aquí y ahora, en un lugar y en un momento donde las propuestas de los teóricos del liberalismo no tienen consenso.

Es falso que la inflación no se pueda controlar en el marco del actual sistema monetario. Los hechos así lo demuestran. La inflación, en la actualidad, es un problema en muy pocos países. Aún en aquellos como España y Francia, donde la economía está empantanada como consecuencia del estatismo exacerbado, no hay problemas inflacionarios significativos. En general, en el mundo entero, el Banco Central está independizado del poder político –al menos, en cuanto a la preservación del valor de la moneda- y los niveles de inflación son muy bajos, compatibles con un desenvolvimiento económico razonablemente sano. Por supuesto que todos los gobiernos se exceden en los gastos y que se financian con impuestos que confiscan arbitrariamente a los ciudadanos. Pero, al menos, roban a valores constantes y no a valores indexados. Hasta para abusarse de los ciudadanos hay un primer y un tercer mundo.

La cuestión es que los liberales no vamos a poder contribuir a resolver el problema de la inflación si planteamos propuestas brillantes en el terreno de la literatura política y económica pero inaplicables en el campo de la política y la economía prácticas, reales, concretas y cotidianas. No está mal que conozcamos y reivindiquemos los estudios de los pensadores liberales. Pero es un error táctico pretender que esas ideas sean llevadas a la práctica aquí y ahora por la sencilla razón de que esa pretensión no tiene la más mínima chance de encontrar consenso y, por lo tanto, resultará extemporánea, fuera de contexto, inviable.

Una buena táctica para el liberalismo es que reivindiquemos la plena independencia y el manejo eficiente en términos técnicos del Banco Central y que fiscalicemos severamente el cumplimiento de las condiciones necesarias para que la moneda no se deprecie. Esa es una postura política viable, adaptada a la realidad concreta, susceptible de ser realizada aquí y ahora. Esta postura no excluye que, en etapas posteriores, cuando la oportunidad sea más propicia, reivindiquemos las ideas de los teóricos del liberalismo. Pero, mientras tanto, si logramos que se apliquen políticas apropiadas en lo inmediato, le estaremos prestando un valioso servicio al pueblo y, de ese modo, empezaremos a ganarnos su confianza, lo cual nos permitirá, a su debido tiempo, proponer iniciativas liberales más profundas con más perspectivas de que obtengamos la adhesión popular.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Con el nacimiento de "Libertad querida - El Tea party argentino", el liberalismo vuelve a hacerse oir


Un conjunto de personas con inclinaciones liberales, convocados por el educador empresarial Eduardo Marty (foto), ha comenzado a nuclearse para promover el desarrollo de un movimiento social destinado a promover una “rebelión” –en las palabras de uno de sus miembros- contra los avasallamientos y abusos del estado y en defensa de la libertad individual en todas sus manifestaciones. Con ese propósito, han constituido un incipiente marco institucional al que han denominado “Libertad querida – El Tea party argentino”, emulando el movimiento que tan resonante éxito tuviera en las recientes elecciones en Estados Unidos.

Con el propósito de encauzar y coordinar su gestión, mantuvieron el sábado 6 de noviembre una reunión en el Hotel Emperador en Buenos Aires, donde se nuclearon los 30 miembros iniciales del grupo, los cuales constituyeron el Comité Promotor que está trabajando en la definición de la Misión y la Visión del grupo y la fijación de un listado de proyectos que serán sometidos a la consideración de los más de 250 adherentes que en pocos días se sumaron a la iniciativa.

Una vez planteadas estas propuestas, se espera la aprobación de los miembros del grupo o, en su defecto, que expliquen sus diferencias y que sugieran alternativas si lo consideran oportuno. Según trascendió, el propósito del grupo no es presentarse a las elecciones sino ejercer presión para que los medios de comunicación y los partidos políticos recojan conceptos propios de la plataforma liberal.

“Estamos creando un movimiento de opinión porque estamos hartos de que nos saqueen los políticos”, explicó uno de los miembros del grupo donde, además de Marty, aparecen como integrantes activos Walter Jerusalinsky, Gabriel Caprav, Agustín Etchebarne, Santiago Lozano, José Benegas y Luis Meissen, entre otros.

Ente las posturas que Libertad Querida reivindica, se destaca el reclamo de que se eliminen las cargas sociales y la obligatoriedad de los aportes jubilatorios, que concluya el proceso de deterioro de la moneda, defiende el derecho de los padres a elegir la educación para sus hijos, reclama libres negociaciones laborales, la liberación del comercio exterior y la liquidación de las empresas del estado, entre otros proyectos similares.

El nombre Libertad Querida fue elegido por Marty bajo la inspiración de un grupo existente en Francia que llevaba ese nombre y el nucleamiento espera concretar para el 15 de diciembre una gran convocatoria en un lugar que será determinado próximamente, donde se espera que haya trece oradores que expresen los fundamentos del movimiento.

Los liberales argentinos, después de muchos años de ostracismo, parecen querer volver a movilizarse. Esto recién empieza. Pero para subir una escalera hay que comenzar por el primer escalón. En Libertad Querida, los sueños no tienen techo y están dispuestos a subir escaleras hasta el más alto nivel. Los primeros escalones ya han sido remontados. El camino es largo pero la certeza de que el trayecto hacia el bienestar individual y el progreso colectivo requiere de la aplicación de principios liberales es un fundamento sólido para estimular el esfuerzo para llevar adelante este promisorio proyecto. Que sea con los mayores éxitos.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Si la corrupción generalizada no empieza a corregirse, se viene la rebelión popular


El escándalo desencadenado a raíz de las múltiples denuncias de supuestos intentos de soborno a diputados opositores por parte de representantes del gobierno, pone claramente en evidencia el proceso de descomposición en el que el kirchnerismo está inmerso. Este fenómeno se viene verificando desde hace mucho tiempo pero ahora parece haberse acentuado, fenómeno que cabe atribuir, presumiblemente, a la ausencia de la fuerza unificadora, disciplinadora, gestora y resolutiva del fallecido ex presidente, Néstor Kirchner.

Si hubiera que sacar una conclusión de todo este escándalo, se trata, precisamente de esta: Kirchner se murió de verdad, si Kirchner hubiera estado vivo, hubiese manejado esto con mucha más eficiencia y no hubiera dado lugar a que se produzca un escándalo que si bien pone en evidencia las limitaciones de la oposición, mucho más pone al descubierto la inmoralidad del gobierno. La oposición es pusilánime, no hay dudas. Pero el gobierno es absolutamente corrupto y eso es mucho peor.

La corrupción, el empleo de métodos de cooptación de opositores por medio del soborno, no son algo nuevo en la política argentina. Pero cuando hay liderazgos políticos fuertes, esos métodos son empleados con un criterio de selectividad y discreción que permiten que no trasciendan, al menos de manera ostensible. Así fue durante el gobierno de Menem y en vida de Kirchner. Pero durante la gestión de De la Rúa y ahora, muerto Kirchner, está claro que quienes quieren comprar votos no lo saben hacer y así es como estallan los escándalos. Por supuesto que estamos hablando de hechos de una bajeza moral espeluznante y lo estamos haciendo con la mayor naturalidad, cuando todo esto debería ser duramente condenado y sancionado. Lamentablemente, estos hechos son muy habituales y debemos referirnos a ellos como algo común, conocido, dado por sabido porque, si no lo hiciéramos así, evidenciaríamos nulo conocimiento de la realidad en la que estamos inmersos.

Es muy claro que todo el andamiaje institucional del país está completamente enfermo, afectado de un cáncer que corroe todos sus mecanismos y que nadie que tenga posturas morales de rectitud y legalidad puede convivir demasiado tiempo con semejante sistema. En este sentido son muy pocos los políticos que pueden afirmar que están al margen de todo este esquema inmoral. Y aún quienes no hayan intervenido directamente en actos de corrupción es obvio que han debido guardar silencio ante la concreción de esos actos en su presencia porque, de lo contrario, hubiesen sido inmediatamente expulsados por un sistema cuasi-mafioso que no deja lugar para la filtración de datos que puedan comprometer a los beneficiarios de la corrupción generalizada.

Al menos, el hecho de que este escándalo haya estallado sirve como una forma de sacar a la superficie y de un modo muy ostensible una práctica que existe desde hace seguramente más de veinte años de modo sistemático y que, claramente, no da para más. Es necesario reconocer, en este sentido, la oportuna intervención de la diputada Elisa Carrió, cuyas intervenciones y denuncias públicas sacaron a la luz todo lo que estaba sucediendo ayer en la Cámara de Diputados y provocaron el saludable escándalo que derivó en la no aprobación del presupuesto fraudulento que el gobierno pretende imponer.

El hecho de que el sistema político esté tan putrefacto, tan corrupto, tan desnaturalizado, claramente, está agotado. Hasta ahora, la población ha venido soportando de manera muy estoica, con mucha paciencia, a los delincuentes encaramados en los espacios institucionales. Hubo cuestiones más urgentes que atrajeron la atención pública, que permitieron que todo este sistema corrupto se sostenga. Pero es inimaginable que el pueblo continúe tolerando todo esto indefinidamente. O los políticos cambian o se viene una rebelión popular.

jueves, 11 de noviembre de 2010

La renuncia de Reutemann al peronismo disidente modifica el escenario político


La decisión del senador Carlos Reutemann, en el sentido de renunciar a su condición de miembro de la mesa coordinadora del Peronismo Federal, modifica mucho el tablero político del peronismo y, por lo tanto, del país. Reutemann es, de todos los posibles candidatos presidenciales, aquel que más aceptable resulta desde un punto de vista liberal. Tal vez algunos liberales intransigentes cuestionen esta consideración pero lo cierto es que Reutemann es preferible a Duhalde, Ricardito Alfonsín, Rodríguez Saa, Cobos o la Señora Cristina. Reutemann está lejos de ser lo ideal pero es lo mejor de lo posible. Si la opción final fuera, por ejemplo “Reutemann o Alfonsín”, sería razonable que los liberales nos inclinemos por el Lole –aún sabiendo que hay mucho para cuestionarle- porque Alfonsín sería mucho peor.

La renuncia presentada por Reutemann al cargo que ocupaba en la mesa coordinadora del peronismo federal es un gesto simbólico que demuestra su disponibilidad para convertirse en el líder no de un sector sino de todo el peronismo. El hecho de que el peronismo tenga como posible líder al Lole y no a algún otro es, en sí mismo, un dato positivo porque fortalece las perspectivas de que Reutemann finalmente sea candidato y, por lo tanto, que gane la elección presidencial del año próximo. Tengamos en cuenta que, con la muerte de Kirchner, el oficialismo se quedó sin su líder y que eso deja a todos los cuadros oficialistas en disponibilidad de encolumnarse detrás de alguna otra figura. Al renunciar a la mesa coordinadora del peronismo disidente, Reutemann le está diciendo a todos los kirchneristas que, ante la ausencia de líder, “aquí estoy yo disponible”. Esta forma de actuar, típicamente peronista, será todo lo criticable, primitiva e inmoral que se quiera pero es así como ellos actúan y, por el momento, no es previsible que cambien. Por lo demás, con estos métodos siguen ganando elecciones y gobernando el país, de modo que, aunque no nos guste, hay que tenerlos en cuenta.

Lo cierto es que la muerte de Kirchner parece estar empezando a mostrar el efecto de que potencia las posibilidades de que Reutemann sea candidato presidencial e incluso de que lo sea por un peronismo reunificado. El gesto del Lole de ayer parece ser un paso en esa dirección. Al tomar distancia del peronismo disidente, Reutemann abre la puerta para acercarse al kirchnerismo o, al menos, a los sectores menos desgastados del gobierno. Aunque algunos se indignen por estas volteretas, lo real es que la construcción de proyectos de gobierno requiere la aplicación de metodologías inclusivas y la maniobra de Reutemann encuadra en esa línea. Lo que aquí queremos recalcar es que, dado el escenario vigente –lamentable, por cierto- es positivo desde un punto de vista liberal que sea Reutemann y no algún otro quien esté inmerso en esta gestión.

Una hipotética llegada de Reutemann al gobierno no eliminará pero sí seguramente reducirá bastante el peso del estado sobre la economía, mejorará la calidad del gasto y sí eliminará las presiones tan groseras ejercidas por el kirchnerismo sobre los fundamentos de la economía de mercado, principalmente, sobre la propiedad. Por lo demás, es seguro que, con Reutemann en la Presidencia, desaparecerán las presiones sobre las empresas periodísticas, el acoso desenfrenado a los opositores y la persecusión a los adversarios por medio de jueces vendidos al gobierno, todas prácticas que, durante el gobierno de Kirchner, vienen amenazando la propia existencia del ordenamiento republicano. Los liberales más extremos custionarán que el estado seguirá interviniendo en la prestación de servicios educativos, que no se disolverá el Banco Central (aunque es probable que se respete su independencia), que no desaparecerá Canal 7 (aunque seguramente no se empleará con fines propagandísticos como lo hace el kirchnerismo), etc. En fin, esto es lo que hay en la Argentina actual. Es la mejor Argentina posible. Debemos aceptarla como es y, al mismo tiempo, seguir trabajando para tratar de hacerla un poco mejor.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

La muerte de Massera invita a reflexionar


La muerte del ex comandante en jefe de la Armada, Emilio Massera, constituye una buena oportunidad para reflexionar acerca de los acontecimientos de los años ’70, en los que Massera cumplió un papel protagónico. Las pasiones que aquellos episodios aún hoy despiertan tornan desaconsejable que intentemos hacer una valoración imparcial de los hechos pero, sin perjuicio de eso, bien podemos tratar de dar una explicación preliminar de algunos de aquellos sucesos, como para acumular una masa crítica de información que permita, cuando los ánimos estén más sosegados, hacer esa apreciación que hoy no es aún posible.

La cuestión central es que, frente a la acción de las organizaciones terroristas, las Fuerzas Armadas ejecutaron una represión despiadada. Sin necesidad de entrar en más detalles, esto fue lo que sucedió. La pregunta que intentaremos responder es: ¿por qué ocurrió esto, por qué la represión fue despiadada, cuál fue el factor que determinó que la represión al terrorismo se ejecutara de ese modo?

Los sectores políticos interesados en condenar el accionar de las Fuerzas Armadas sin contemplación por la búsqueda de la verdad plena (es decir, que sólo atendieron a la parte de la historia que beneficia a sus intereses políticos) atribuyen el carácter despiadado de la represión a la abyección personal de los líderes militares de aquella época. Sin perjuicio de que esa perversión personal haya sido o no cierta (una cuestión que dejamos al margen para no exacerbar pasiones aún encendidas) lo cierto es que resulta oportuno explicar cómo es posible que semejante modo de reprimir al terrorismo se haya impuesto por sobre cualquier otro método posible. El terrorismo pudo haber sido combatido en base a otros métodos pero se eligió un método despiadado. ¿Cómo fue que se llegó a elegir ese método y no otro? ¿Simplemente porque los jefes militares eran abyectos? Si así fuera ¿cómo es que semejantes sujetos fueron convalidados como líderes sin despertar resistencias generalizadas? Este es el tema sobre el cual vale la pena reflexionar.

El propio nombre de las organizaciones guerrilleras suministra argumentos para comenzar a entender el problema: eran “terroristas”, es decir, provocaban terror. Lo hacían de manera deliberada, procuraban atemorizar a la sociedad. Y, efectivamente, lo lograron. Los atentados, los asesinatos, los operativos contra blancos civiles y militares provocaron el miedo colectivo. Y la sociedad reaccionó frente a ese miedo que las organizaciones terroristas deliberadamente provocaron. Pero reaccionó de un modo diferente a cómo los líderes guerrilleros lo habían previsto.

Un organismo asustado (un animal, por ejemplo) puede reaccionar de dos maneras: puede tratar de someterse a quien lo aterroriza para tratar de obtener su clemencia (esto es lo que esperaban los guerrilleros) o puede enfrentar a quien le provoca el sentimiento de terror (esto fue lo que pasó en Argentina y lo que no estaba en los cálculos de los guerrilleros). Pero un organismo que enfrenta a quien le provoca miedo es feroz, despiadado, cruel, inhumano. Así fue la represión al terrorismo en Argentina. Se trató de la respuesta desmedida de una sociedad que estaba profundamente angustiada frente al accionar de un grupo de organizaciones que empleaba no sólo la fuerza sino que además utilizaba la fuerza para aterrorizar con el propósito de producir el amedrentamiento de la sociedad y así tomar el poder político. Al aplicar la represión de ese modo despiadado, las Fuerzas Armadas expresaron el sentimiento de respuesta al miedo que la sociedad argentina mayoritariamente estaba experimentando. Esa es la explicación a la crueldad con la que el terrorismo fue reprimido.

No es el propósito de estas líneas intentar hacer una valoración de aquellos hechos. Esto es sólo una descripción que procura explicar objetivamente qué fue lo que sucedió. En el estado actual de apasionamiento que aquellos episodios aún despiertan, esta explicación es la máxima profundidad a la que es posible llegar. Con el tiempo, seguramente, se podrán hacer evaluaciones menos apasionadas. Estas líneas pretenden contribuir a explicar los hechos para que esas valoraciones puedan ser realizadas con mayor exactitud y elementos de juicio más precisos.

martes, 9 de noviembre de 2010

El gasto público será uno de los ejes del debate en el próximo ciclo político


Aunque no nos guste, el gobierno que emerja de las próximas elecciones presidenciales no será liberal. No hay absolutamente ninguna posibilidad de que un gobierno de orientación liberal gane las elecciones de 2011. La razón de esta imposibilidad es que la mayoría del pueblo argentino no simpatiza con el liberalismo y prefiere otro tipo de expresiones políticas. Debemos, por lo tanto, asumir que la puesta en marcha de un proyecto de orientación liberal estará, al menos en el plano declamativo, fuera de los planes del próximo gobierno.

Sin embargo, es también cierto que las circunstancias dejarán al futuro gobierno poco margen para desarrollar una política económica absolutamente antagónica con el liberalismo. Le guste o no, al próximo gobierno no le quedará margen para sostener un crecimiento indefinido del gasto público, como lo ha venido haciendo de manera sistemática el kirchnerismo. La razón de esa imposibilidad es que la expansión ilimitada del gasto público carece de fuentes de financiación genuina y ese es el factor que desencadena la inflación creciente. Como la inflación es un factor que tiene costo político irrecuperable, ningún gobierno que no elimine la inflación podrá estabilizarse en el poder y por eso no hay margen para continuar con la expansión ilimitada del gasto. En ese sentido, en la necesidad imperiosa de equilibrar las cuentas, el próximo gobierno no tendrá más alternativa que aplicar una política que, al menos en ese sentido, no será antagónica con el liberalismo. Quien quiera que sea el próximo Presidente, tendrá que hacer, si no por convicción, sí por necesidad, aquello que los principios básicos del liberalismo prescriben: equilibrar ingresos con egresos.

Para los puristas del liberalismo, el hecho de que un gobierno haga por necesidad lo que debería hacer por voluntad propia, carece de validez moral. Pero la política práctica no se rige por consideraciones morales sino por circunstancias reales. En términos estrictamente operativos, si un gobierno equilibra las cuentas públicas porque siente el imperativo moral de hacerlo o porque teme perder las próximas elecciones, es un hecho absolutamente irrelevante. Lo que importa es que las cuentas públicas estén equilibradas, no las razones por las que el gobierno produce ese equilibrio.

El equilibrio de las cuentas públicas –cuales quiera sean las razones del gobierno para producir ese equilibrio- asegura que el gobierno no emitirá moneda carente de respaldo y eso elimina la inflación. El gobierno que emerja de las próximas elecciones tendrá que hacer esto o, de lo contrario, durará tres meses en la Casa Rosada. Enhorabuena que así sea.

En ese contexto, con un gobierno obligado a gastar en forma limitada –es decir, eliminado el debate sobre la expansión del gasto- es altamente probable que sobrevengan debates referidos a la calidad del gasto y, por carácter transitivo, a la conveniencia de que el gasto público se mantenga en niveles tan elevados. Esto significa que, aunque el gobierno no lo quiera, la naturaleza de la dinámica política llevará el debate hacia terrenos donde la argumentación liberal es particularmente fuerte. Y este hecho, la posibilidad de que el liberalismo salga del ostracismo y encuentre un terreno favorable para expresar sus fundamentos políticos sería, en sí mismo, un fenómeno auspicioso.

Es altamente probable que el debate político del próximo ciclo político tenga al nivel y a la calidad del gasto público como uno de sus ejes, esto como consecuencia de la imposibilidad fáctica de sostener un gasto ilimitadamente expansivo. Y, en ese terreno, los liberales tendremos mucho para decir. Tengámoslo en cuenta porque se nos abre un terreno políticamente favorable y no estaría nada mal que aprovechemos la oportunidad.

lunes, 8 de noviembre de 2010

El camino hacia el progreso personal es el trabajo y no la dádiva gubernamental


Probablemente lo peor del kirchnerismo no sea su política económica de orientación estatista –un error entendible, al fin y al cabo- sino los valores éticos implícitos que su gestión ha consagrado. El kirchnerismo ha institucionalizado valores y conductas tales como la mentira, la obsecuencia, el ventajismo, la guaranguería y los ha convertido en rasgos virtuosos, en caminos legítimos y recomendables para el tránsito hacia el éxito y el progreso personales. La inversión diametral pero no traumática de ese rumbo será el mayor desafío del próximo gobierno, cualquiera que sea. Es necesario extirpar de la sociedad argentina el concepto de que es mejor vulnerar la ley que cumplirla. El kirchnerismo no creó esta circunstancia pero sin dudas la aprovechó como nadie y la desarrolló hasta límites desconocidos antes.

No se trata de que el próximo gobierno proclame principios éticos sino de que los aplique estrictamente –el Presidente y todos sus colaboradores- en su praxis cotidiana. En particular, hay que desactivar y quitarle legitimidad al clientelismo desenfrenado, que los Kirchner han estimulado como método sistemático de construcción de poder.

El clientelismo es el método operativo en el cual el kirchnerismo ha sustentado todo su andamiaje político. Es una práctica que se aprovecha de un rasgo muy extendido en la conducta de muchos habitantes del país, el cual consiste en considerar como un íntimo motivo de orgullo la vulneración de las normas con el fin de extraer beneficios. Kirchner y sus secuaces se valieron de esa miserabilidad para obtener de ella réditos políticos, ofreciendo pequeñas dádivas a cambio de obsecuencia.

Pero ningún ordenamiento social puede operar en base a esos principios éticos. Esto no tiene nada que ver con determinada orientación en términos de política económica. Se puede ser estatista, partidario de la redistribución del ingreso, pero no necesariamente por eso hay que ser un canalla. El estatismo redistribucionista es una mala política económica pero no un acto de maldad en sí mismo.

El punto central es que se debe desactivar los mecanismos del clientelismo y se debe restablecer el principio de que, para progresar en la vida, es necesario trabajar, esforzarse, capacitarse y conducirse con honestidad. Por cierto que una política económica de orientación estatista dificulta que estos valores estén vigentes de hecho –porque el estatismo se presta para el ejercicio de las prácticas clientelistas- pero la clave está en procurar la puesta en vigencia de valores distintos a los actualmente vigentes y entonces la política económica se irá acomodando espontáneamente.

La cuestión, en definitiva, es que nos planteemos el propósito de recuperar el principio de que es el trabajo y no la dádiva gubernamental el medio para el progreso personal. Actualmente, ese principio está desnaturalizado porque la propia acción de los gobiernos lo ha desplazado en favor de la práctica sistemática del clientelismo. Pero como no se puede sostener un modelo de clientelismo universal porque si nadie produce, no hay nada para distribuir y comprar voluntades, la consecuencia es que ese modelo de clientelismo generalizado se erosiona a sí mismo irremediablemente. Nos vamos encaminando a esa crisis. Y cada crisis es una nueva oportunidad. La clave para aprovechar esa oportunidad será que el clientelismo universal sea desterrado y se entienda que el camino hacia el progreso personal es el trabajo y no la dádiva gubernamental. Eso es lo que las circunstancias demandan como fundamento básico de la acción de gobierno. Parece simple pero para la Argentina de hoy la aplicación de ese principio sería un progreso gigantesco.

viernes, 5 de noviembre de 2010

La economía de mercado es el camino hacia el bienestar popular


La muerte de Néstor Kirchner no ha alterado de manera sustancial el proceso político en el que Argentina está inmersa. El kirchnerismo estaba en el centro de la escena política pero venía perdiendo consenso de manera gradual y, aún antes de la muerte de Kirchner, era previsible que sería desalojado del gobierno el año próximo. Esa tendencia no se modificó aunque el kirchnerismo recalcitrante pretenda enarbolar una “épica post-mortem” para manener vivo el legado de su desaparecido líder.

La cuestión de fondo es que el kirchnerismo va camino a su finalización pero no está claro qué es lo que vendrá después. Y en este vacío siempre es bueno que los liberales digamos lo nuestro y ratifiquemos la esencia de nuestro pensamiento y de nuestras propuestas con vistas a la búsqueda de soluciones prácticas a los problemas concretos. Difícilmente nos equivoquemos si afirmamos que el problema número uno de Argentina es la pobreza, la miseria, la indigencia, el hambre. Existen otras cuestiones también graves, como la inseguridad, por ejemplo, pero sería mucho más fácil resolver la cuestión de la inseguridad en un contexto de prosperidad que en un marco de pobreza extendida. Por lo tanto, lo básico es la situación socio-económica y lo demás está condicionado por esa cuestión.

El drama de Argentina es que la gente cree que el mercado es el causante de la pobreza generalizada y, por lo tanto, se opone a la vigencia de un sistema de libre mercado, con lo cual no hace más que realimentar el problema. La actitud de la mayoría de la población, en el sentido de oponerse a la vigencia de un sistema de libre mercado, tiene el efecto de que estimula las iniciativas políticas anti-mercado y, de ese modo, no se crean las condiciones para incentivar las inversiones en el marco de un mercado abierto y competitivo, que genere demanda de empleo, aumento del consumo, incremento de las inversiones para responder a la demanda creciente y, por lo tanto, reinicio de todo el ciclo.

El factor que motoriza la creación de riqueza es la inversión productiva orientada hacia la búsqueda del lucro. Esa fuerza es la que moviliza la economía y genera, como efecto natural, el mejoramiento de la calidad de vida de todos los habitantes de la sociedad. Pero en Argentina, en lugar de permitir que el afán de lucro empresarial se desarrolle plenamente, los gobiernos, con el beneplácito de la abrumadora mayoría de la población, eligen obstaculizar el desarrollo del afán de lucro bajo el argumento de que “redistribuyen el ingreso”. El resultado práctico de esas políticas es que el volumen de inversiones, la demanda de empleo y el consumo en general se reducen sustancialmente y eso desencadena la pobreza generalizada que afecta a nuestro país.

El problema de fondo de Argentina, en definitiva, es que la mayoría del pueblo está equivocado y que en ese contexto aparecen los políticos oportunistas que aprovechan la situación para extraer dividendos electorales que finalmente derivan en mayores perjuicios para ese mismo pueblo que apoya a esos políticos que lo perjudican....

Es sumamente difícil salir de esta situación pero la proximidad del fin del ciclo kirchnerista seguramente abrirá una nueva oportunidad para buscar espacios a través de los cuales expresar la esencia del ordenamiento económico liberal y seguir ratificando la conveniencia de que los principios del sistema de libre mercado sea puesto en aplicación. La principal motivación para perseverar en esta tarea es que, si la economía de mercado fuera genuinamente puesta en aplicación, toda la situación general del país y, particularmente, la de los más humildes, mejoraría sustancialmente. Quizá, con el transcurso del tiempo, el rechazo popular a la economía de mercado comience a revertirse. Cuando eso suceda, el nivel de vida de toda la población comenzará a elevarse significativamente.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Kirchner no se merecía ningún homenaje


El fallecido ex presidente Néstor Kirchner no se merece los homenajes que las cámaras legislativas le ofrecieron ayer. Con matices, los legisladores de todas las corrientes políticas se expresaron elogiosamente hacia el ex presidente. Por supuesto, los más exaltados fueron los kichneristas que –de paso, cañazo- aprovecharon la perplejidad y la inoperancia de la oposición para aprobar en comisión el despacho que les permite habilitar el tratamiento del presupuesto para el año próximo, con previsiones de crecimiento totalmente inferiores a las reales para luego disponer de mayores recursos para distribuir discrecionalmente de acuerdo con sus conveniencias políticas.

Pero, volviendo a la cuestión del homenaje, volvió a repetirse lo sucedido desde el fallecimiento de Kirchner, que es el hecho de que se le ha rendido un homenaje a un sujeto que hubiera merecido al menos algunas voces que repudiaran enérgicamente su gestión, algo que no sucedió porque, parecería, no es “políticamente correcto” adoptar una postura de severidad con un muerto. Pero el problema no es la persona que falleció sino aquello a la que esa persona representó en términos políticos. Kirchner merece respeto como ser humano pero en vida fue un individuo personalmente detestable y su política merece innumerables reparos, tanto por sus contenidos intervencionistas y estatizantes en lo económico como por sus métodos de sesgo totalitario, su absoluta falta de ética, su desapego a la verdad, su argumentación falaz para justificar posturas políticas, su enriquecimiento súbito sin explicaciones satisfactorias e innumerables prácticas más que lo convirtieron en un sujeto absolutamente abominable.

Que esto haya sucedido, a esta altura, por supuesto, no es sorprendente. La pusilanimidad de la dirigencia política es tan pronunciada como la escasez de reflejos del pueblo para repudiar electoralmente a esa misma dirigencia, circunstancias que, combinadas, explican que estos papelones se sigan sucediendo. Es posible que, ni bien se presente una nueva oportunidad, estas claudicaciones se repitan en el futuro. No tiene demasiado sentido tener la expectativa de que la calidad de la dirigencia se vaya a elevar ni de que los contenidos de la política vayan a ser más elevados o profundos. Este país es lo que es y no da para mucho más que esto. Sería deseable, de todos modos, que los políticos tuvieran, si no más aptitudes, sí al menos un poco más de decoro. Y el decoro, en este caso, ameritaba una fuerte crítica contra un sujeto que se hizo acreedor a los más enérgicos repudios mientras vivía y que no por haber fallecido ha purgado sus culpas.

Afortunadamente, con este episodio, el ciclo de “la muerte de Kirchner” como incidente político en sí mismo está concluido y de ahora en más la vida política seguirá su curso, ya sin el marido de la Presidenta como actor determinante y, probablemente, sobrevenga, gradualmente, un período de distensión de hecho aunque los discursos de la Señora sigan siendo encendidos. Aparentemente, podría perfilarse una etapa donde la Presidenta seguirá pronunciando piezas oratorias plagadas de reivindicaciones ideologizadas inmersas en consideraciones vinculadas con las realizaciones épicas y las ensoñaciones revolucionarias mientras, en el nivel de las decisiones concretas y pragmáticas, los ministros que efectivamente ejercen el poder acuerdan con los diferentes actores de la vida política y económica acerca de asuntos que, en vida de Kirchner, se hubieran dirimido por la vía del conflicto. Lo veremos y lo comprobaremos en los próximos días. Mientras tanto, por fortuna, se han terminado los actos institucionales referidos a recordar al villano que falleció la semana pasada, a quien Dios juzgue como entienda que se lo merece y nosotros debemos procurar recomponer todos sus desaguisados porque nuestras vidas continúan y los problemas que Kirchner nos dejó aún no han encontrado soluciones.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

La Presidenta no asume las consecuencias políticas de la muerte de Kirchner


El discurso pronunciado ayer en Córdoba (foto) pone claramente de manifiesto que la Presidenta no se ha hecho aún cargo de los cambios sobrevenidos en el escenario político con la muerte de Néstor Kirchner. El discurso de ayer fue exactamente igual a cualquier otra pieza oratoria que la Señora podría haber pronunciado antes de la muerte de su marido. La Presidenta parece no comprender que la muerte de Kirchner ha modificado sustancialmente el tablero político porque desapareció la fuerza principal que lo motorizaba. La Presidenta cree que puede hacer “kirchnerismo sin Kirchner” como si todos los resortes de poder que su marido concentraba en sus manos siguieran operando del mismo modo que antes.

Pero si la Presidenta no se hace cargo de la realidad de que su marido murió y de que eso modifica por completo la situación política, los hechos se van a encargar de hacérselo notar. Y quien deberá afrontar el costo político de no entender la realidad será precisamente la propia Presidenta.

Los discursos ideologizados de la Señora mientras vivía su marido eran útiles como herramienta de acción política porque servían de pantalla para el manejo pragmático que Kirchner desarrollaba por detrás del escenario público en el que su mujer se manejaba. El esquema era simple pero efectivo: Cristina hablaba, Kirchner hacía. Pero ahora que Kirchner se murió ¿quién está en condiciones de “hacer” si el que impartía las órdenes no está más? ¿De qué sirven las apelaciones al “cordobazo”, la defensa del “modelo”, las acusaciones a los “neoliberales” si no hay quien se ocupe con eficacia y coherencia de los problemas políticos reales, cotidianos, operativos?

El hecho de que la Señora hable ahora igual que como lo hacía antes de la muerte de Kirchner demuestra que no entiende el cuadro político en el que está inmersa... En cierto modo, esto es bastante entendible, al menos en lo inmediato, cuando apenas han pasado dos días desde que se hizo efectivamente cargo del gobierno después de la muerte de su marido. Está en la lógica de la naturaleza humana que la reacción inicial sea “acá no ha sucedido nada, el gobierno sigue su curso”. Pero ese razonamiento no es más que una expresión de deseos porque la verdad es que sí ha habido un cambio rotundo. Y si la Señora no se hace cargo de ese cambio y pretende actuar como si nada hubiera sucedido, el resultado práctico es que su gestión terminará inmersa en un profundo caos.

Es bastante probable que, a medida que los días transcurran y los hechos se pongan en evidencia, la Señora comience a tomar conciencia de que, cuando esté situada frente a alguna cuestión que demande una decisión de su parte, ya no tiene al Jefe a su lado para que le indique el camino que le conviene seguir. Entonces, la Presidenta comprenderá que no se gobierna con discursos y que, ante las demandas de la realidad, no le quedará más alternativa que moderar sus posiciones políticas y comprender que el proyecto kirchnerista, en cuanto tal, está enterrado en Río Gallegos.

Por ahora, la Presidenta no se dio cuenta de que Kirchner murió y, principalmente, de las consecuencias políticas de la muerte de su marido. Si logra comprenderlo en las próximas semanas, tendrá la posibilidad de moderar el rumbo de su gestión y llegar hasta diciembre de 2011 con decoro. De lo contrario, la situación se le irá por completo de las manos y las consecuencias serán imprevisibles para ella, para todo el elenco gobernante, para el país en su conjunto y para calidad de vida de cada habitante en particular...

martes, 2 de noviembre de 2010

La Presidenta merece un crédito


El discurso que la Presidenta pronunció ayer resultó equilibrado. No contuvo agravios, por ejemplo, algo inusual en la “discursología” habitual del kirchnerismo. Es lógico que la Señora haya reivindicado la persona, la trayectoria y el gobierno de su marido, no sólo porque haya sido su esposo sino también porque ambos compartieron muchos años de vida política entremezclada con realizaciones personales. Es humanamente entendible que Cristina Fernández reivindique lo que fue su propia vida. No se podía esperar otra cosa.

Es posible que algunos puristas del liberalismo u opositores acérrimos no quieran reconocer valor alguno en el discurso que la Presidenta pronunció anoche. Es muy fácil, desde una posición extrema e intransigente, encontrar todos los defectos que están presentes en la gestión del gobierno y que seguramente no desaparecerán hasta el día en que la Señora deje el cargo. Pero la vida política se nutre de hechos reales y no de posiciones ideologizadas, de tendencias y no de valores absolutos. En este sentido, el discurso que la Presidenta pronunció ayer estuvo a la altura de las circunstancias y mostró una evolución positiva respecto del rumbo que el gobierno mostraba hasta antes del miércoles pasado.

El responsable del clima de confrontación y persecución que el gobierno había instalado era Néstor Kirchner. La muerte de Kirchner podría tener un efecto moderador sobre el rumbo del gobierno y el discurso que la Presidenta pronunció anoche es consistente con esa hipótesis. La gestión de Cristina Fernández, hasta el miércoles 27, estuvo condicionada por las orientaciones fijadas por su marido. Ahora, la Señora está en condiciones de decidir por sí misma. Que Kirchner haya sido un canalla no da motivo para endosarle a su esposa las mismas responsabilidades, en particular por lo que suceda de aquí en más. La Señora tiene un crédito abierto. El tiempo y la marcha de los acontecimientos demostrarán si ella estuvo a la altura de las circunstancias.

La negativa a otorgarle a Cristina Fernández un crédito político revelaría en quien así actúe un grado de mezquindad y estrechez de visión análogos a los que mostraba Kirchner y que lo hacían merecedor de un fuerte repudio. La Señora, en medio de su dolor, mostró ayer una actitud más equilibrada que la habitual. No confrontó. Por supuesto que reivindicó a su marido y a quienes se acercaron a despedirlo. Tampoco la Presidenta hizo vanas convocatorias al “diálogo” o a la “unión nacional”, conceptos que no hubieran convencido ni al más ingenuo. El discurso pronunciado ayer por la Presidenta fue realista en términos personales –porque asumió plenamente su responsabilidad sin soslayar su entendible dolor personal- y en términos políticos porque no prometió más de lo que razonablemente cabe esperar pero tampoco proyectó un rumbo tan negativo como para que no se le pueda conceder un crédito temporal.

Por supuesto, la Presidenta tampoco tiene un “cheque en blanco”. Ella deberá ratificar con sus acciones que es merecedora de ese crédito y deberá trabajar para obtener la consideración de la ciudadanía. Pero hay margen como para no condenarla “a priori”. El kirchnerismo, como movimiento político, está acabado con la muerte de Kirchner. La Señora no tiene futuro político. Los que la reivindican como futura candidata en 2011 están en un grosero error. Pero existe la posibilidad de que Cristina Fernández concluya su gestión con decoro y dignidad, dejando atrás, en nombre de la memoria de su marido, todos los desencuentros que Néstor Kirchner desvergonzadamente motorizó. La vida y la política a veces dan lugar a que se sucedan estas paradojas.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Se empieza a notar la ausencia de Kirchner...


El secretario general de la CGT, Hugo Moyano, y el presidente de la Unión Industrial Argentina, Héctor Méndez, acordaron el jueves pasado –es decir, al día siguiente del fallecimiento de Néstor Kirchner- la postergación hasta 2011 del tratamiento del proyecto presentado por el diputado moyanista Héctor Recalde, destinado a reglamentar la participación de los empleados de las empresas en las ganancias empresariales. Este es el primer hecho político concreto que ha sucedido después de la muerte de Kirchner y pone de manifiesto el cambio de escenario sucedido a raíz del fallecimiento del ex presidente.

No se han conocido, por lo menos en público, los detalles del acuerdo Moyano-Méndez. No se sabe qué argumentos de persuasión y convencimiento empleó Méndez para lograr que Moyano acceda a retirar un proyecto que él mismo fogoneaba intensamente. Pero está claro que la muerte de Kirchner fue un factor determinante para que el líder camionero diera un paso atrás. Sin Kirchner, la posibilidad de obtener los apoyos parlamentarios para asegurar la aprobación de semejante iniciativa era absolutamente incierta. Era Kirchner quien manejaba las voluntades de cientos de legisladores por medio de los más variados mecanismos de presión, influencia, coacción, seducción y/o corrupción. La ausencia de Kirchner hace desaparecer el factor determinante del devenir político en general y parlamentario en particular desde hace siete años. Consecuentemente, sobreviene un estado de incertidumbre ante el cual Moyano prefirió “bajar” un proyecto cuyo destino se había tornado incierto y Méndez aprovechó la coyuntura para acordar el congelamiento de la iniciativa.

Con Kirchner en vida, nada de esto hubiera sucedido. Es previsible pensar que Kirchner apoyaba esa iniciativa, aunque no había sido quien la impulsaba. Pero, dado el rumbo político que Kirchner seguía, estaba en la lógica de los acontecimientos que viera con buenos ojos una iniciativa que tendía a afectar los derechos de los empresarios. Moyano no hubiese lanzado semejante proyecto, con toda la carga de conflictividad que implicaba, si no creyera contar con el acompañamiento de Kirchner. Al faltar ese apoyo, Moyano aceptó “mandar al freezer” el proyecto que Recalde estaba operando.

En buena medida, este episodio puntual muestra cómo, sin Kirchner, la política no será la misma. Al faltar el factor que empujaba el desarrollo de la gestión del gobierno, el oficialismo perderá cohesión, bríos, sentido de la estrategia y capacidad para aprovechar las oportunidades. Lo que falta, en resumen, es liderazgo, algo que, por mucho que se esfuerce, la Señora no tiene –al menos, en la magnitud de su marido- porque se trata de una condición que no se “compra en farmacias”.

En este mismo espacio, el viernes pasado, antes de que trascendiera el acuerdo Moyano-Méndez, habíamos señalado que, “sin Kirchner, el kirchnerismo se termina”. Este dato puntual, el primero concreto que se conoce desde la muerte de Kirchner, muestra de manera elocuente que la marcha de los acontecimientos no será ya la misma. No es posible todavía definir un perfil claro que explique cuál será el rumbo del gobierno de ahora en más. Es necesario evaluar poco a poco el cuadro sobreviniente. Pero es bueno, como parte de ese trabajo de análisis, ir tomando nota de los datos que se van manifestando. De la sumatoria de esos datos irán surgiendo las conclusiones que corresponda extraer...