martes, 7 de junio de 2011
Mendiguren es un símbolo del empresariado prebendario
Las palabras empleadas por el presidente de la Unión Industrial Argentina, José Ignacio de Mendiguren, para expresar su alineamiento político con el gobierno nacional, sonaron oprobiosas, aún si quisiéramos mirarlas desde el prisma de la “corrección política”. Puede entenderse, dentro de ciertos límites, que un dirigente empresarial a veces eluda la confrontación innecesaria con el gobierno de turno. Es aceptable la visión de que, para los empresarios, suele ser más beneficioso llevarse bien que mal con cualquier gobierno. Pero las palabras de Mendiguen exceden el límite de lo políticamente correcto y entran en el terreno de la obsecuencia obscena. Que la dirigencia empresarial procure evitar confrontaciones y mantener relaciones fluidas con el gobierno, aún con el kirchnerismo, es aceptable. Pero que compita con La Cámpora por el premio al alineamiento automático con el oficialismo resulta vergonzoso.
Aún así, y sin ánimo de justificarlo, es necesario entender el exabrupto de Mendiguren. El kirchnerismo ha generado un clima de zozobra entre los empresarios porque los tiene bajo la constante amenaza de provocar cambios imprevistos en las reglas jurídicas. Ese hecho ha puesto al empresariado a la defensiva y a tratar, por todos los medios, de evitar conflictos con el gobierno para no generar roces que deriven en “represalias” por parte del kirchnerismo contra los rebeldes. Pero el hecho de que esa circunstancia obligue a actuar con prudencia (lo cual sí es comprensible) no habilita que un dirigente empresarial directamente “bese la mano” y se convierta en un vocero del gobierno.
"Damos por sentado que todas estas políticas tienen que estar por un período mucho más amplio. Estamos hablando de un proyecto a largo plazo, y esta oportunidad que la Argentina tiene, ni el gobernador ni nosotros queremos desaprovecharla", fueron las palabras pronunciadas por Mendiguren en declaraciones periodísticas al término de un almuerzo con el gobernador bonaerense, candidato a la reelección, Daniel Scioli. Dijo también que “estuve con la Presidenta en México y en Italia. Hemos tenido misiones comerciales muy importantes que indudablemente no son para cuatro meses. Una misión como la que tuvimos en Italia está hablando de un panorama que también trasciende a la próxima presidencia. Estamos hablando de un proyecto de la Argentina de largo plazo”.
Mendiguren es, en gran medida, un representante emblemático del empresariado prebendario, siempre especulando con el apoyo del estado para realizar negocios a expensas del conjunto de la población. Mendiguren ha adquirido el carácter de símbolo de ese perfil empresarial que está constantemente tratando de eludir la operatoria en el marco del sistema de libre mercado y que prefiere obtener ventajas y privilegios al amparo de sospechosos acuerdos privados con los funcionarios de todos los gobiernos.
Lamentablemente, en parte por vocación propia de parte de la propia dirigencia empresarial y en parte también porque las políticas de los sucesivos gobiernos y particularmente del actual no han dado margen para otra cosa, el “modus operandi” de Mendiguren está fuertemente arraigado entre los empresarios argentinos y no por nada un personaje con semejante perfil logró encumbrarse, después de un grave conflicto político interno hasta la presidencia de la Unión Industrial Argentina.
Podría decirse, parafraseando una expresión conocida, que “los pueblos tienen los empresarios que se merecen” y, de alguna manera, Mendiguren es la cara visible de ese estilo de gestión de negocios. Un sistema que, desde el estado, prohija las prácticas empresariales prebendarias, en el marco de un sistema dirigista y estatista, evidentemente no estimula la aparición de una clase empresarial con mentalidad competitiva al servicio de las demandas de los consumidores. El origen del problema es político y desde allí tiene que venir la solución. La puesta en vigencia de un sistema de libre mercado es una decisión política. Será en ese contexto donde habría que medir con claridad las capacidades empresariales de personajes tan cuestionables como José Ignacio de Mendiguren.
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Principalmente la bajada de decibeles de los empresarios se debe a la amenaza latente,no de nuevos cambios jurídicos sinó de controles eficientes con las leyes que ya existen al dinero que realmente ganan, a la caja negra. Por otro lado han hecho grandes negocios estos 8 años pese a las catástrofes anunciadas. Ahora plantean un bajo perfil, un armisticio. El análisis es simplista.
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