lunes, 6 de junio de 2011

El perfil impreso por Alfonsín a su candidatura es una piedra en el zapato del kirchnerismo

El perfil que el candidato radical, Ricardo Alfonsín, ha impreso a su candidatura presidencial, admite, con reservas, una valoración positiva desde una mirada liberal. Seguramente, los puristas de la ideología no coincidirán con esta visión porque el designado candidato a vicepresidente, Javier González Fraga, es un referente del dirigismo económico. “Es kirchnerismo con otro ropaje”, sería un típico argumento de los liberales “puritanos” frente a fórmula Alfonsín-González Fraga. Son los típicos liberales a quienes no les conformaría otra fórmula que Rothbard-Von Mises y que considerarían a Hayek un “zurdito”...

Lo cierto es que, dentro del panorama catastrófico que la Argentina presenta actualmente, el hecho de que un candidato llamado Alfonsín recurra a un economista solvente como González Fraga para acompañarlo en la fórmula es un dato positivo. Claramente, el apellido Alfonsín tiene atractivos electorales, en particular si el candidato opera con el propósito de neutralizar las dudas que ese mismo apellido suscita en cuanto al modo de conducir la economía. La decisión de Alfonsín en el sentido de designar a González Fraga demuestra que Ricardo comprende con claridad cuál es el activo pero también el pasivo de su apellido en el escenario político. No hubiera sido posible que Ricardo Alfonsín elija como compañero de fórmula a un economista liberal ortodoxo porque entonces hubiera recibido críticas muy fuertes desde la izquierda. Pero la elección de González Fraga como compañero de fórmula y el acuerdo con De Narvaez demuestran que el candidato radical está dispuesto a superar las paredes ideológicas y a abrir el juego para atraer a todos los sectores críticos del kirchnerismo hacia un punto de convergencia que todos puedan estar dispuestos a convalidar, al menos como solución coyuntural.

La cuestión de fondo, en definitiva, es que, si la opción es “Cristina o Alfonsín”, como aparentemente sería, el candidato radical ofrece una opción que, dada la coyuntura, admite una adhesión crítica de parte de los liberales. Alfonsín garantiza, al menos, que no procurará imponer un gobierno de naturaleza totalitaria, como lo intenta el kircherismo y seguramente acabará con los focos más cuestionables de la corrupción y del corporativismo del actual gobierno. Moyano no será más el referente inequívoco del sindicalismo con la conformidad del gobierno y dejará de tener la protección judicial que le asegura no ir preso a pesar de los actos de corrupción que la justicia omite deliberadamente investigar. Los medios periodísticos no serán acosados por propalar informaciones que no le agraden al gobierno y seguramente las estadísticas dejarán de ser falsas para volver a tener la credibilidad que les corresponde.

Por cierto que no cabe esperar que bajo un gobierno de Ricardo Alfonsín deje de haber grandes focos de intervencionismo económico. Los liberales no debemos dejar de tener una posición crítica respecto de esas políticas, cuyos efectos nocivos se percibirán nítidamente con el transcurso del tiempo y nos darán argumentos consistentes para expresar nuestras posiciones críticas. Pero un gobierno intervencionista en lo económico pero sin propensiones totalitarias en lo político, deja abierto el espacio para el ejercicio de esa crítica. El kircherismo, en cambio, opera con el deliberado propósito de bloquear inclusive esa posibilidad. Por eso la candidatura de Alfonsín admite una valoración positiva desde una perspectiva liberal. Bajo un hipotético gobierno de Alfonsín hay buenas probabilidades de que el liberalismo encuentre el espacio favorable para convertirse en una alternativa válida. Si el kirchnerismo continuara en el gobierno ese espacio se tornaría mucho más acotado o directamente sería inexistente. La opción kirchnerismo-alfonsinismo es parecida a la de 1983, Lúder-Alfonsín. En aquella ocasión, el liberalismo, a través de la UCEDE liderada por el ingeniero Alsogaray, consiguió abrirse un espacio en el escenario político y ejerció una considerable influencia que derivó finalmente en la política de reformas aplicadas a partir de 1989 por el gobierno de Menem. Parecería haber alguna analogía con aquella circunstancia en este momento.

El escenario electoral de octubre aún no está totalmente definido. Es indudable que el peronismo va a reaccionar ante la noticia del rumbo que Alfonsín está siguiendo. Los peronistas son concientes de que la certeza de su triunfo en octubre ha dejado de tener vigencia. Y no debe descartarse la hipótesis de que algo harán para no quedar derrotados si la candidatura de Alfonsín se afianza como perspectiva de triunfo. Al menos, se ha abierto una puerta que genera la expectativa de que los planes hegemónicos del kirchnerismo encontrarán un obstáculo. Ese solo hecho, en sí mismo, es una buena noticia.

7 comentarios:

  1. EXCELENTE ANALISIS ALEJANDRO....directo y simple como siempre. UN ABRAZO

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  2. Coincido con Gustavo!
    Muy bueno Ale!!!!!!!!!.....Al menos, se ha abierto una puerta que genera la expectativa de que los planes hegemónicos del kirchnerismo encontrarán un obstáculo. Ese solo hecho, en sí mismo, es una buena noticia....!!!!!!
    Abrazos
    Dulce

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  3. Coincido!!!!

    Gabriel Zanotti

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  4. Estoy muy de acuerdo, hace tiempo que vengo viendo las claras similitudes entre la situación actual y el 83. Incluso la decisión de Macri de ir por la ciudad se puede comparar (salvando las grandes distancias entre ambos) con la decisión de Alsogaray en aquel momento de ir como candidato a diputado, además de como candidato a presidente. Aquello fue el comienzo del crecimiento continuado de la UCD (ojo, tampoco el PRO se parece mucho a la UCD, pero es lo que más se le acerca, y podría tener perspectivas de crecer; en cambio habría muerto si Macri se hubiese presentado para presidente). Lo único que falta es que Moyano queme un ataúd de la UCR.
    Y ahora pasando a las diferencias, está claro que si después de 30 años de democracia estamos en el mismo punto que al principio, hay que hacer una reflexión profunda sobre cómo llegamos a esto. En rigor, no estamos en el mismo punto, sino que perdimos 30 años. Estamos peor que en aquella época, porque entonces había una clara diferencia entre la dictadura de la que veníamos y la democracia que comenzaba, en cambio ahora estamos en una situación de degradación institucional del sistema democrático, en la que un gran porcentaje de la población no se da cuenta de que esto es un totalitarismo, no muy encubierto.
    Un saludo,

    Agustín

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  5. Una Clara defensa del liberalismo menemista, la destrucción de la Industria Nacional en pro apertura a las políticas que nos dejaron como estábamos en 2001. Bah, fué el golpe de Gracia. Los militares ya se habían ocupado del desarmado de la macroestructura ( si alguien recuerda la campaña 81 anti industria Argentina, la de la silla que se rompe). Igual es todo fantasía, es figurativo, un triunfo Alfonsinista de la mano de los que voltearon a su padre. Vuélvansé mas creativos. Es mas, les diría, créen políticas que les sirvan a la mayoría y no solo a los bancos y organismos de créditos, o sea, no sean liberales. Un abrazo.

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