El hecho de que la miseria se mida en Argentina en cifras que están en el orden de la decena de millones de personas no es casual, absurdo, inexplicable. Es, por el contrario, la consecuencia de las políticas que vienen aplicándose en nuestro país desde hace seis o siete décadas. A lo largo de este período –y con escasas excepciones circunstanciales- el rasgo común a todas las políticas económicas ha sido el sobredimensionamiento de la acción del estado y la obstaculización de la libre gestión empresarial. La miseria, la pobreza y la indigencia que afectan a alrededor de diez millones de habitantes de nuestro país es el resultado lógico de la aplicación de esas políticas. No tenemos nada de qué quejarnos. Hace casi treinta años que la democracia está vigente y seguimos votando a favor del estatismo. Nos merecemos lo que tenemos...
Nunca serán suficientes las veces que se señale el hecho de que el excesivo tamaño del aparato estatal es el factor determinante de la inhibición de la inversión productiva de riesgo que genera crecimiento, fuentes de trabajo, consumo e inversiones, con su consecuente efecto de propagación del bienestar a toda la comunidad. El estado elefantiásico consume los recursos de la sociedad, agobia a los empresarios y desalienta las inversiones y además sustrae a los ciudadanos los recursos que legítimamente les pertenecen y les impide emplearlos en adquirir aquellos bienes que necesitan para proveer a sus necesidades. Todo ese proceso letal para la vitalidad de la economía se lleva a cabo para afrontar los costos que demanda el sostenimiento de la estructura parasitaria de las instituciones estatales que, en su amplia mayoría, no cumplen función útil alguna pero succionan los recursos de la sociedad y, en definitiva, es la causa que condena a millones de personas al hambre, la pobreza y la indigencia.
Hay que decirlo bien fuerte y repetirlo hasta el infinito: el derroche del estado se paga con el hambre del pueblo. Nosotros, los liberales, los oligarcas, los que representamos a “la derecha”, somos los que efectivamente nos preocupamos por los que menos tienen. No para darles un mendrugo para que sobrevivan precariamente, como lo hace el kirchnerismo sino, sencillamente, para que dejen de ser pobres, para que vivan dignamente, para que todos tengamos la oportunidad de ganar nuestro sustento por medio de nuestro trabajo, nuestro esfuerzo, nuestra dedicación y nuestra capacidad. Por supuesto, este sistema no le conviene a los vagos. Pero ese no es un problema que a los liberales nos preocupe. El que es vago, que se aguante...
Este cuadro de situación en el que el país está inmerso, esta pobreza estructural que afecta a diez millones de personas en un país donde hay recursos superabundantes para alimentar varias veces a la población que alberga, no cambiará sustancialmente mientras sigan gobernando los peronistas. Gustavo Lazzari lo señaló en una frase memorable en el acto de Libertad Querida del pasado 15 de diciembre: “Los peronistas necesitan la pobreza, la gozan, la disfrutan”. Lazzari dio en la tecla. La existencia de la pobreza es funcional a los intereses políticos de los dirigentes peronistas. Por eso no hacen nada serio para erradicarla.
Y por eso, mientras el peronismo gobierne, los recursos de la sociedad se seguirán empleando para sostener la estructura improductiva del estado y millones de personas continuarán pasando hambre. Este es, en rigor, el principal problema que afecta a nuestro país y es la propuesta inmejorable que los liberales podemos ofrecerle a nuestro pueblo: la oportunidad de instituir un sistema donde será posible vivir dignamente, progresar, y no depender de la beneficencia de ningún gobernante. Es probable que el prurito liberal de eludir las posturas que puedan tener connotaciones demagógicas nos haya llevado a no enfatizar suficientemente en este aspecto de nuestra visión de la política y, particularmente, de la economía. Pero se trata de una omisión que deberíamos plantearnos dejar atrás. Es esencial enfatizar en el concepto que da título a este artículo: el derroche del estado se paga con el hambre del pueblo. Es un concepto simple, práctico y efectivo. Pero es, esencialmente, una verdad gigantesca. Seguramente, por medio de ese tipo de argumentaciones el pueblo empezará a comprender el sentido de los programas liberales y así la llegada de nuestras propuestas comenzará a tornarse más fluida...
Son ocho las décadas de políticas empobrecedoras. El desastre empezó en los primeros años de la década de 1930, con la creación del Banco Central, el impuesto a las ganancias y la coparticipación federal.
ResponderEliminarMi estimado Fede en 1930 comenzó la gloria de este país, gloria que terminó cuando comenzó la década infame con los gobiernos de Perón
ResponderEliminarYo me pregunto algo, tal vez un poco ingenuo ya que defienden modeles liberales: ¿Ustedes en verdad confían que "... los liberales, los oligarcas, los que representamos a “la derecha”..." si se les quita todo el control del estado sean capaces de erradicar la pobreza por simple sentimiento de solidaridad? Y cuando hablo de solidaridad, me refiero al acto de dar algo que no nos sobra para ayudar a otro.
ResponderEliminarPregunto con total sinceridad y con algo de curiosidad, ya que yo, en verdad, desconfío de que eso sea así...
Saludos
Hola Alejandro, me tomo el atrevimiento de aderezar tu excelente artículo, al respecto de la, también excelente, reflexión de Gustavo Lazzari, con un tramo de lo que escribí en 2008 al respecto del problema con las retenciones móviles y sobre la base de la dualidad Peronismo-pobreza; "...Estoy convencido que una forma de hacer política que EN ESENCIA nació, creció, se desarrolló y vivió de la pobreza, no será quien la combata, sino quien la genere. Si combate la pobreza limitará su ESENCIA, lo que le hará perder APARIENCIA, la cual se mide en forma de votos.
ResponderEliminarLa pobreza constituye la naturaleza de esta forma de política, lo permanente e invariable en este tipo de movimientos a lo largo de su historia. La pobreza es su esencia. Estas formas políticas no pueden subsistir en una nación que se enriquece, solo pueden hacerlo en una nación que se empobrece, y es precisamente esto lo que en el fondo subyace."
Muy buena entrada, un abrazo!
Carlos, ¿de qué gloria estás hablando? ¿Estás a favor del Banco Central, el impuesto a las ganancias y la coparticipación? De ser así, no sé qué hacés en este blog...
ResponderEliminarExcelente nota. Gracias por invitarme, Alejandro!
ResponderEliminarJuan LLorens