martes, 9 de noviembre de 2010

El gasto público será uno de los ejes del debate en el próximo ciclo político


Aunque no nos guste, el gobierno que emerja de las próximas elecciones presidenciales no será liberal. No hay absolutamente ninguna posibilidad de que un gobierno de orientación liberal gane las elecciones de 2011. La razón de esta imposibilidad es que la mayoría del pueblo argentino no simpatiza con el liberalismo y prefiere otro tipo de expresiones políticas. Debemos, por lo tanto, asumir que la puesta en marcha de un proyecto de orientación liberal estará, al menos en el plano declamativo, fuera de los planes del próximo gobierno.

Sin embargo, es también cierto que las circunstancias dejarán al futuro gobierno poco margen para desarrollar una política económica absolutamente antagónica con el liberalismo. Le guste o no, al próximo gobierno no le quedará margen para sostener un crecimiento indefinido del gasto público, como lo ha venido haciendo de manera sistemática el kirchnerismo. La razón de esa imposibilidad es que la expansión ilimitada del gasto público carece de fuentes de financiación genuina y ese es el factor que desencadena la inflación creciente. Como la inflación es un factor que tiene costo político irrecuperable, ningún gobierno que no elimine la inflación podrá estabilizarse en el poder y por eso no hay margen para continuar con la expansión ilimitada del gasto. En ese sentido, en la necesidad imperiosa de equilibrar las cuentas, el próximo gobierno no tendrá más alternativa que aplicar una política que, al menos en ese sentido, no será antagónica con el liberalismo. Quien quiera que sea el próximo Presidente, tendrá que hacer, si no por convicción, sí por necesidad, aquello que los principios básicos del liberalismo prescriben: equilibrar ingresos con egresos.

Para los puristas del liberalismo, el hecho de que un gobierno haga por necesidad lo que debería hacer por voluntad propia, carece de validez moral. Pero la política práctica no se rige por consideraciones morales sino por circunstancias reales. En términos estrictamente operativos, si un gobierno equilibra las cuentas públicas porque siente el imperativo moral de hacerlo o porque teme perder las próximas elecciones, es un hecho absolutamente irrelevante. Lo que importa es que las cuentas públicas estén equilibradas, no las razones por las que el gobierno produce ese equilibrio.

El equilibrio de las cuentas públicas –cuales quiera sean las razones del gobierno para producir ese equilibrio- asegura que el gobierno no emitirá moneda carente de respaldo y eso elimina la inflación. El gobierno que emerja de las próximas elecciones tendrá que hacer esto o, de lo contrario, durará tres meses en la Casa Rosada. Enhorabuena que así sea.

En ese contexto, con un gobierno obligado a gastar en forma limitada –es decir, eliminado el debate sobre la expansión del gasto- es altamente probable que sobrevengan debates referidos a la calidad del gasto y, por carácter transitivo, a la conveniencia de que el gasto público se mantenga en niveles tan elevados. Esto significa que, aunque el gobierno no lo quiera, la naturaleza de la dinámica política llevará el debate hacia terrenos donde la argumentación liberal es particularmente fuerte. Y este hecho, la posibilidad de que el liberalismo salga del ostracismo y encuentre un terreno favorable para expresar sus fundamentos políticos sería, en sí mismo, un fenómeno auspicioso.

Es altamente probable que el debate político del próximo ciclo político tenga al nivel y a la calidad del gasto público como uno de sus ejes, esto como consecuencia de la imposibilidad fáctica de sostener un gasto ilimitadamente expansivo. Y, en ese terreno, los liberales tendremos mucho para decir. Tengámoslo en cuenta porque se nos abre un terreno políticamente favorable y no estaría nada mal que aprovechemos la oportunidad.

1 comentario:

  1. Ale, fuera de joda: coicido con vos, pero que se valla la kretina!!

    ResponderEliminar