martes, 8 de febrero de 2011

Los reclamos salariales son una bomba de tiempo

Las relaciones entre el gobierno y la CGT están atravesando un momento de tensión -que todos procuran esconder- porque los reclamos de aumentos salariales ponen en riesgo el desenvolvimiento de la política económica. El gobierno teme que se genere una fuerte presión sindical y que, si no se conceden los aumentos que los gremios reclaman, el problema derive en conflictos que tendrán, inevitablemente, consecuencias políticas. No sería cómodo, para el gobierno, tener que enfrentarse con los gremios encabezados por Hugo Moyano. Por supuesto, buena parte de este problema se deriva de la inflación que el propio gobierno provoca. Si los precios estuvieran estables, este foco de tensión no existiría o sería mucho menos intenso. Pero la inflación no es la única causa del problema. La cuestión de fondo es el modo en el que las relaciones laborales están organizadas.

Las negociaciones por las retribuciones que las empresas pagan a su personal son una cuestión en la cual el gobierno no tendría por qué participar. Los sueldos que la gente gana son un asunto privado entre cada compañía y cada empleado. El gobierno no tiene nada que decir acerca de ese tema. La razón por la cual el gobierno se inmiscuye donde no debería es que, si el tema no se resuelve satisfactoriamente, todo el precario equilibrio del andamiaje social se podría desmoronar y quien debería hacerse cargo de las consecuencias políticas sería el oficialismo. Por eso la viuda procura persuadir a los caciques gremiales de que no se excedan en los reclamos de aumentos salariales. Pero ¿cómo puede un líder sindical justificar ante sus bases una moderación del reclamo salarial con una inflación como la que existe? Se suponía que este era un gobierno que estaba del lado de los pobres.

Una vez más, la causa de todo este explosivo conflicto latente -que, por ahora, se mantiene reprimido pero que podría estallar en cualquier momento- es el hecho de que el estado no cumple acabadamente con las funciones que le competen y, en cambio, se involucra donde no corresponde. Si el estado se preocupara por mantener estable el valor de la moneda, redujera la carga impositiva, desregulara la economía y liberara las energías creativas actualmente ociosas, el problema salarial prácticamente no existiría. La razón de esto es que esa política generaría un proceso de crecimiento genuino que daría lugar a un aumento gradual, constante y sustentable de la productividad laboral, abriendo permanentemente nuevas oportunidades para quienes necesiten conseguir empleo y obligando a los empresarios a ofrecer buenas retribuciones para atraer a los trabajadores. En cambio de esto, el gobierno aplica una política económica plagada de impedimentos para que la economía se desarrolle libremente y eso no tiene otro efecto que limitar, por carácter transitivo, las oportunidades para los trabajadores, que se encuentran con muchas dificultades para conseguir empleo y, por lo tanto, si lo tienen, están obligados a ceder a las condiciones que la empresa les impone. Frente a este cuadro de precariedad en el que los trabajadores se encuentran –y que desaparecería si se modificara toda la estructura del sistema económico- es que aparecen, como supuestos garantes de los intereses obreros, los gremialistas de la CGT que, a cambio de una pequeña mejora en favor de sus afiliados, rapiñan buena parte de sus ingresos.

Aunque lo oculten bajo sus sonrisas hipócritas, el gobierno y los líderes gremiales están fuertemente enfrentados por la cuestión de las actualizaciones salariales. Es necesario decir, claramente, que el problema no tiene solución satisfactoria dentro del actual modelo económico. Es inexorable que, con el transcurrir del tiempo, las presiones para obtener más aumentos se acentuarán y no habrá manera de satisfacer esos reclamos. Llegará un momento en el que la situación se tornará inmanejable y ese será un ingrediente más de la crisis hacia la cual nos vamos encaminando lenta pero inexorablemente si no se modifica el rumbo general de la política económica. Si no cambiamos a tiempo, la bomba estallará. Entonces, será tarde para lamentos. Las consecuencias nos afectarán a todos.

5 comentarios:

  1. Excelente análisis !!
    Las distintas presiones dentro de esta olla (el país) hacen inevitable que explote....bajando el fuego de la hornalla no sirve...hay que apagar el fuego (cambier drásticamente la forma en que se pretende manejar la economía) UN ABRAZO

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  2. Muy bueno tu análisis, por un lado tenemos a los Sindicatos presionando, cuando todos sabemos que mientras los precios suben por el ascensor los sueldos suben por la escalera.
    Por otro una política económica, que desafía las mas elementales reglas del mercado: quieren créditos accesibles, pero no aumentan las tasas de interés en los depósitos, tratan de controlar la inflación, pero incentivan el consumo???? En fin, esta historia ya sabemos como termina... lamentablemente!!!

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  3. No coincido en que exista un enfrentamiento entre el gobierno y los sindicatos por el tema salarios; el gobierno es absolutamente conciente que el camionero le para el país si no cede ante los reclamos que haga, Sergio.
    La economía, pese a lo que nos toca vivir a los ciudadanos de a pie, no está mal desde el punto de vista empresario, salvo en lo que hace a la justicia laboral (sobre todo en la ciudad de Buenos Aires y en la provincia de Buenos Aires). Las empresas están teniendo ganancias importantes, según lo que sé.

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  4. Muy buen analisis! Zapatero a sus zapatos y q el estado sea un simple administrador de justicia y seguridad,el resto q se privado y entre partes. Saludos! Irene

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