miércoles, 12 de enero de 2011

El conflicto con los ferroviarios tercerizados es una muestra representativa de la crisis general del país


Entre las cuestiones que han desencadenado conflictos políticos en los últimos tiempos, una de las más resonantes viene siendo la situación de los trabajadores llamados “tercerizados” en las empresas ferroviarias. Este conflicto se cobró ya dos vidas, la de Mariano Ferreira y la de un hombre de 70 años, de identidad no revelada, herido durante los incidentes del 23 de diciembre en Constitución. ¿En qué consiste este conflicto y qué análisis cabe hacer desde un punto de vista liberal?

Los llamados trabajadores “tercerizados” son un conjunto de empleados con los que las empresas ferroviarias cuentan pero que no forman parte del plantel estable de personal de esas empresas y trabajan bajo la modalidad de contratos firmados específcamente, lo que los deja al margen de los acuerdos que el gremio ferroviario establece como norma general de los trabajadores del sector. Las empresas aplican esta modalidad porque les resulta más económico, en particular porque se evitan todos los costos laborales adicionales que les genera el acuerdo con el gremio, que son costos que no suelen llegar al bolsillo de los trabajadores sino a la caja del sindicato y que alimentan la fortuna personal de los jerarcas gremiales. Los trabajadores “tercerizados” aspiran a ser sumados a la planta permanente de la empresa porque eso les da mayor estabilidad laboral y les suma algunos beneficios, tales como aguinaldo, vacaciones, indemnización y cobertura sindical. Inciden además en este conflicto cuestiones políticas porque los trabajadores “tercerizados” están representados por el Partido Obrero, fuertemente enfrentados con el gremialismo tradicional peronista.

Todo este conflicto se desarrolla sobre el trasfondo de la pésima política de privatizaciones desarrollada por el menemismo y por la “nafta” que constantemente arroja a este “incendio” el kirchnerismo. Cuando los ferrocarriles fueron privatizados, la intención era reducir la planta de personal, producir un fuerte proceso de inversión en infraestructura, mejorar el servicio y tornarlo rentable. Para que esto sea posible es necesario que las condiciones generales en las que el país se desenvuelva sean apropiadas. Porque en un país donde suceden los hechos que diariamente nos agobian a todos, resulta difícil imaginar que los ferrocarriles tengan la calidad de un servicio del primer mundo. Y dentro de este esquema se inscriben las relaciones de los concesionarios del servicio con su personal.

Tiene muy poco sentido privatizar las empresas de servicios públicos y, al mismo tiempo, mantener una legislación laboral de extracción tan nítidamente fascista. Seguramente, si la empresa tuviera la posibilidad de elegir, tercerizaría a casi toda su planta de personal para reducir los costos, eliminaría los improductivos gastos sindicales que no llegan al bolsillo del trabajador, probablemente desburocratizaría la organización interna de la compañía y podría disponer de recursos para reinvertir y mejorar la desastrosa calidad del servicio. En el balance global, probablemente habría menos trabajadores pero que ganarían sustancialmente más y habría más trenes –que quizá serían un poco más caros para el usuario en ventanilla aunque no debería pagar los subsidios que paga actualmente el estado- y toda la actividad se regularizaría. En este contexto hay seguramente conductas empresariales, bastante teñidas de prácticas dudosas y cuestionables, que también deberían ser revisadas.

Cabe decir, en síntesis, que este conflicto que afecta a los trabajadores “tercerizados” del ferrocarril, es una gran muestra representativa de los numerosos asuntos que deberían ser estructuralmente replanteados en nuestro país. No es con “parches” que todo esto se modifica sino con un gran replanteo global que implique una reinversión profunda del rumbo socialista que nuestro país viene llevando desde hace mucho tiempo, el cual debe ser reorientado hacia un ordenamiento donde el concepto de libertad sea el principio rector y la fuerza propulsora.

1 comentario:

  1. "Cuando los ferrocarriles fueron privatizados, la intención era reducir la planta de personal, producir un fuerte proceso de inversión en infraestructura, mejorar el servicio y tornarlo rentable."...
    perdon Alejandro que disienta totalmente, ya que cuando fueron privatizados, al igual que muchas de las empresas privatizadas, el único objetivo era llenarse los bolsillos de los que nos gobernaron en los noventa. Por eso no existen más los ferrocarriles que viajaban a lugares menos comerciales.
    Nunca hubo ese interés que vos decis.Ese "balance global" que nombrás, es una fantasía. Nunca habria que haberlos privatizado, solo con dejar de afanar alcanzaba. El transporte es un derecho para los que vivimos en un país, ahora viajar a Mendoza en micro cuesta $400. En tren seria mucho mas barato, pero como no conviene (al que compro la empresa) no hay. Claro que a Moyano tambien le conviene que no haya trenes.

    Corrupcion hubo en todos los gobiernos, lamentablemente. En vez de criticar a los que trabajan que solo buscan un peso más, vigilemos a los que gobiernan, y miremos lo que hacen, no de qué partido politico vienen.No me importa de dónde venga un dirigente, me interesa lo que hace.Ojalá volvieran a manos del Estado, si total estamos pagándoles subsidios igual- Pero si es asi, vigilemos de cerca a quienes los dirigen.

    ResponderEliminar