Probablemente no haya, en la política argentina actual, interrogante más grande que el referido al modo de diseñar un proyecto apto para competir, desde una posición diferenciada, con los intentos de continuidad del gobierno. Considerando, como lo señalábamos en nuestra nota de ayer, que el contenido del discurso kirchnerista es muy popular, es evidente que una línea ideológicamente diferenciada tiene pocas perspectivas en términos electorales. El pueblo no le prestaría su apoyo a quien promueva un “corrimiento a la derecha”. A pesar de eso, el kirchnerismo no tiene una imagen positiva demasiado alta y, en términos de penetración electoral, muestra flancos débiles que hasta ahora nadie ha logrado explotar satisfactoriamente.
Aunque no hay estudios sociológicos que lo muestren fehacientemente, es altamente probable que el factor que explique una posición crítica de amplios sectores de la población hacia el gobierno, tenga que ver con el estilo confrontativo del kirchnerismo. Esto es algo que genera resquemor en sectores muy amplios de la población. El hecho de que el kirchnerismo esté constantemente generando disputas con adversarios elegidos puntualmente con el fin de establecer una línea divisoria entre “ellos y nosotros” resulta muy chocante con los sentimientos populares. Esa proclividad a la confrontación, manifestada en las conductas de personajes como Aníbal Fernández, Hèctor Timermann, Hugo Moyano, Guillermo Moreno y convalidados y enaltecidos por la viuda presidencial (y bendecidos desde el más allá por "él"), constituye el principal punto débil del oficialismo y ofrece, al mismo tiempo, una oportunidad a quien sea capaz de lanzar un proyecto alternativo.
Eduardo Duhalde dijo recientemente que él será “el candidato del orden”. Por supuesto que las promesas de Duhalde son menos creíbles que los índices inflacionarios informados por el INDEC. (Este Duhalde que hace tantas promesas es el mismo que en su momento aseguró que “quien depositó dólares recibirá dólares”. ¿Por qué habría que creer que ahora sí cumplirá sus compromisos después de que incumpliera los de aquel momento?). Pero esa definición de Duhalde abre un espacio para el análisis político. ¿Qué condición debería cumplir un candidato para resultar electoralmente atractivo y al mismo tiempo presentar un perfil diferenciado del que muestra el gobierno?
Quizá una buena propuesta sería la “concordia”. ¿Qué pasaría si alguien, en una versión diferenciada del kirchnerismo, se postula a sí mismo como “el candidato de la concordia”? Por supuesto, todo depende de la credibilidad del candidato. Pero si quien encarnara un proyecto de ese tipo fuera un dirigente confiable, bien podría tener, a través de esa línea discursiva, la posibilidad de desplazar al kirchnerismo del centro de la escena política.
Algunos, en particular desde los sectores más ideologizados del liberalismo, seguramente criticarán una iniciativa de este tipo con el típico argumento de que se trata de una propuesta “ambigua” o “tibia”. Y, efectivamente algo de eso hay. Pero no se trata de la ambigüedad de no saber qué hacer ni de la tibieza derivada de la falta de convicción sino que se trataría de una estrategia deliberada, destinada a marcar claramente una diferencia con el nefasto gobierno kirchnerista.
Argentina necesita, ante todo, dejar atrás la dinámica de la confrontación “a muerte” que ha sido el rasgo determinante de la gestión del actual gobierno. En un marco de mayor tolerancia, concordia y comprensión, habrá, indudablemente, diferencias ideológicas y programáticas que desencadenarán debates intensos y quizá muy acalorados pero, al menos, respetuosos, una característica que el kirchnerismo, por definición no contiene.
La concordia, la tolerancia, la convivencia, la comprensión mutuas son argumentos válidos para marcar una diferencia nítida con el gobierno kirchnerista en el campo de la competencia electoral. Tal vez a partir de estas premisas sea posible imaginar un camino apto para desalojar al actual oficialismo del poder por medios institucionales inobjetables.
Interesante la propuesta que gire en torno a un "candidato de la concordia". Pero pregunto lo siguiente: ¿Es necesario hablar todavía de "candidatos de derecha? ¿O hablar de una alternativa de derecha? ¿No sería mejor dejar ese término de lado y postular en todo caso proyectos de índole pragmática?
ResponderEliminarSaludos.
R.P.
El verdadero liberalismo practica la tolerancia, el respeto a la diversidad. En otras palabras, liberalismo y moderación van bastante de la mano.
ResponderEliminarMirá lo que necesitamos es un candidato fuerte, que tenga todo muy bien puesto, que responda a las necesidades de la población en general y no sólo de los denominados marginados, que brinde una buena educación, seguridad, un buen sistema de salud y una justicia independiente. Que no sea corrupto (esto es algo improbable, pero bue!, que no mienta (idem ant.), que no esté involucrado en el narcotráfico, que no siga rememorando de acá a 30 años para atrás, lo que genera una desviación de la atención bastante importante de temas más transcendentales a la época actual y lo que menos importa es si confronta o no. Acá lo que importa es que lo que promete lo cumpla o por lo menos demuestre que lo intentó. Carencias van a existir siempre, obviamente pero los K lo que generaron es un país de carenciados dependientes de un subsidio estatal para vivir, y una vivienda digna (plan dignidad de Scioli) y que encima pretende usurpar y que no lo metan preso, protestar violentamente y que no lo repriman. Tiene que veir alguien que nos salve de este caos social, que no es una invención ni una sensación como dice el gobierno Kirchnerista. Gracias por compartir tu nota en Facebook. Saludos cordiales. Fernanda Panizo
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