viernes, 14 de enero de 2011
Vargas Llosa realizó un profundo análisis de la realidad latinoamericana en Punta del Este. Acá están todos los detalles
El escritor liberal peruano Mario Vargas Llosa expresó ayer en una conferencia pronunciada en Punta del Este que “por primera vez en la historia los países pueden decidir si quieren ser pobres, o si quieren ser prósperos, si quieren ser libres, o si quieren ser cautivos. Imitemos lo mejor y pongámonos en acción”. Vargas Llosa hizo esa manifestación al final de su alocución, pasaje en el cual se hizo eco de conceptos que había escuchado del pensador Karl Popper, quien poco antes de morir había transmitido al propio literato peruano un mensaje optimista acerca del futuro de la humanidad, según lo relató el propio Vargas Llosa.
A lo largo de su pieza oratoria, Vargas Llosa tocó diversos tópicos, todos ellos relacionados con la realidad latinoamericana. La visión del escritor acerca de la situación de la región es, en el balance, positiva. “Haciendo las sumas y las restas, la situación de América Latina en nuestros días me parece positiva, y mucho mejor que la de antaño. Creo que la comparación no hay que hacerla con la América Latina ideal con la que soñamos, sino con la América Latina que fue, que hemos vivido, y la actual”, expresó.
“Hoy en día tenemos muy pocas dictaduras. Cuba y Venezuela, que no ha llegado todavía a ser una dictadura cabal, pero se acerca cada vez más al modelo cubano. Y luego tenemos regímenes como los de Bolivia, o Nicaragua, que apenas merecen ser llamados democracias. Sin embargo, tanto Venezuela, como Bolivia, como Nicaragua y algunas otras democracias latinoamericanas, que parecen serlo de una manera relativa y caricatural, tiene, y esa es la gran diferencia con las dictaduras militares del pasado, un origen democrático”, reflexionó el escritor.
Vargas Llosa se refirió especialmente al caso de Venezuela y planteó que “no podemos olvidar que el comandante Chávez está donde está porque no una vez, sino dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete veces los venezolanos lo respaldaron, incluso cuando ya sabían lo que el comandante Chávez quería hacer de su país, de la economía venezolana, de las instituciones venezolanas. ¿Qué pasó?”
El propio orador respondió su pregunta diciendo que “en lugar de ideas hubo pasiones, hubo instintos, hubo un gran desencanto con la democracia, que fue incapaz de satisfacer los anhelos, las expectativas que habían sido puestas por los venezolanos a partir de la liberación. Y eso que ha ocurrido en Venezuela, por desgracia, ha ocurrido en muchos otros países latinoamericanos. Para vergüenza nuestra, la de los peruanos, ha ocurrido en mi país. Un presidente elegido constitucionalmente a los dos años de subir al poder da un golpe de estado, destruye la democracia, y en lugar de ser excretado por la opinión publica, como deberían serlo todos los golpistas, y sobre todo los estadistas que traicionan su origen democrático, una mayoría de peruanos aplaudió y legitimó al golpista”.
Inmediatamente, Vargas Llosa hizo una autocrítica, al señalar que en América Latina hay una cultura autoritaria. Expresó entonces que “las dictaduras en América Latina han caído muchas veces como un accidente natural sobre los países, es verdad. Pero este no ha sido siempre el caso. Ha habido muchos otros casos que los historiadores disimulan, porque significan un baldón en la historia de nuestros países, en que los dictadores fueron recibidos con bombos y platillos, y con fuegos artificiales”
Pero luego el escritor dejó abierto un espacio para el optimismo, al señalar que “hay un fenómeno muy interesante y novedoso respecto al pasado, tenemos una izquierda y una derecha, que creen en la democracia, por lo menos actúan como si creyeran en ella. Eso en el pasado era muy raro. Las izquierdas democráticas, las derechas democráticas eran, generalmente, sectores tan minoritarios que no conseguían imponer la democracia. Eso, hoy en día, ha cambiado. Tenemos unas izquierdas que, en países como Uruguay, como Brasil, desde luego, en el Chile de la concertación, aceptas las reglas del juego democrático, las respetan, dejan abierta siempre la posibilidad de la renovación política. Y lo que es todavía más novedoso, en el campo económico han renunciado, discretamente, sin decirlo, a las recetas tradicionales de la izquierda para el manejo de la economía. Unas izquierdas que aceptan el mercado, que aceptan la disciplina fiscal, que alientan las inversiones, que en lugar de practicar la receta populista del desarrollo para adentro, abren sus fronteras, quieren exportar y quieren la economía del mundo venga a crear industrias y a desarrollar la economía nacional. Esa es una extraordinaria transformación. Hay sectores muy amplios de la izquierda que hoy en día son una garantía democrática y hay también una derecha democrática, que ya no cree que los militares deben resolver los problemas políticos de los países, sino que defienden el estado de derecho, defienden las instituciones democráticas, y están llevando a sus países a unos índices de crecimiento muy notables. Es el caso de Colombia, de Perú, de Chile, con Piñera, desde luego, y quizás lo más sorprendente es el caso de la mayoría de los países centroamericanos, una región del continente que fue como la tierra prometida del autoritarismo”.
Sin embargo, Vargas Llosa inmediatamente dio una voz de alerta, cuando expresó que “la corrupción es una plaga que recorre el continente de un extremo a otro. En algunos países de una manera mucho más acusada que en otros, pero no hay ninguno que se libre de esa plaga. La corrupción es un cáncer para la democracia. Nada desmoraliza tanto a una sociedad como comprobar que quienes han sido elegidos en comicios legítimos dedicados a la responsabilidad política, utilicen ese poder en tráficos ilegales, para enriquecerse, para privilegiar algunas empresas y algunos individuos sobre los demás”.
“El gran problema que tenemos los latinoamericanos para combatir eficazmente la corrupción es el desapego a la ley. Los latinoamericanos no creemos que las leyes están hechas para favorecer al bien común, siempre creemos que las leyes están dadas para favorecer a quienes mandan, a quienes tienen más influencia política, económica, militar, eclesiástica, o poder de cualquier tipo. Y que por lo tanto el respeto a la ley no goza de esa urgencia de tipo moral, cívica, que goza en los países verdaderamente democráticos”, reflexionó luego el Premio Nobel.
Vargas Llosa ratificó luego su conocida posición sobre la legalización del tráfico de drogas. “Un problema suplementario en el caso de la corrupción en América Latina es la industria del narcotráfico. La idea de que la mejor idea de combatir el narcotráfico es la represión es equivocada. Yo creo que hay ya pruebas suficientes en todos los años que llevamos padeciendo esa lacra, de que la represión no acaba con el narcotráfico, que la represión en cierta forma es un apego que permite que el narcotráfico haga cada vez ganancias más extraordinarias, y que sería ya hora de empezar a discutir sobre la posibilidad de una política totalmente distinta, una política de "descriminalización" del narcotráfico”, opinó.
En un terreno más conceptual, el escritor reafirmó su convicción en los valores positivos que contiene la propiedad. “No hay nada que haga sentir tanto la importancia de la legalidad y de la libertad a una persona, como ser propietario. La propiedad es el signo visible de la libertad, y lo es también de la legalidad, si una sociedad respeta la propiedad”, consideró.
Pasó luego Vargas Llosa a tratar el problema de la educación y entonces se refirió a la Argentina. “Una sociedad democrática crea igualdad de oportunidades de muchas maneras, pero principalmente a través de un sistema de educación pública de muy alto nivel. No se necesita ser Suecia ni Suiza para tener una gran educación pública. Lo tuvo un país latinoamericano, lo tuvo la Argentina. Hoy día, cuando vemos las tragedias que vive la Argentina nos olvidamos que alguna vez Argentina fue, no un país subdesarrollado, sino un país del primer mundo. Un país industrializado, cuando tres cuartas partes de la Europa occidental eran subdesarrolladas, un país que tuvo un sistema educativo que fue ejemplar para su tiempo. Un sistema educativo que en un momento logró prácticamente acabar con el analfabetismo en Argentina”, señaló.
Vargas Llosa se refirió, sobre el final de su exposición al concepto de libertad. Señaló al respecto que “la libertad es un proceso, es un quehacer, y nada hace que aumente más esa libertad, como la cultura. La cultura no solamente son los conocimientos determinados, es también el desarrollo de una sensibilidad, de una imaginación, de una fantasía. Todo aquello que viene a través de la educación, de la información, de la prensa, de lo medios, y por supuesto, a través de la familia”.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Excelente !! muy buen artículo.
ResponderEliminarGracias Alejandro por subir una nota tan interesante.
ResponderEliminarQuiero agregar que Vargas LLosa, bien o más o menos, se la jugó en política e hizo una elección respetable frente a Fujimori.
Para Vargas LLosa el liberalismo es algo vivo y con fuerza. Con dignidad para caminar con la cabeza en alto.
A veces veo que muchos liberales argentinos tiran la toalla y dicen "no se puede hacer nada, me voy al country".