Después de hacer una evaluación costo-beneficio en términos políticos, la presidenta ordenó a sus intelectuales amaestrados desistir de oponerse a la presencia del Premio Nobel Mario Vargas Llosa en la apertura de la próxima Feria del Libro. La evaluación de Cris fue que, si se generaba una polémica continua en relación a ese tema, la imagen del gobierno hubiera resultado muy perjudicada bajo los cuestionamientos a su falta de tolerancia. La conclusión de la presidenta fue que es preferible soportar y eventualmente responder y descalificar las eventuales críticas a Vargas Llosa antes que enredarse en una polémica por oponerse a su presencia que no hubiera hecho más que calentar el clima político y le hubiera dado argumentos sólidos a los críticos del kirchnerismo.
La decisión de la presidenta en el sentido de cerrar el debate –al menos, formal- en relación a la presencia del escritor peruano en la Feria del Libro no fue adoptada por convicción sino por conveniencia. Una polémica acalorada y abierta durante varias semanas en relación a este tema hubiese tenido un costo político muy elevado para el gobierno en un momento donde –aunque ella lo niegue- la señora está desesperada por conseguir los votos que le faltan para asegurarse la reelección. Desde un punto de vista electoralista, la señora evaluó que es mejor “vender” una imagen de tolerancia, amplitud y pluralismo que pararse en la vereda de enfrente y cuestionar la presencia de un escritor al que detesta y cuya sola imagen le provoca urticaria. La presidenta hizo una buena lectura de la situación y tomó una decisión conveniente para ella.
Desde un punto de vista estrictamente político, a los opositores nos conviene que la presidenta critique la presencia de Vargas Llosa e incluso nos beneficia también que el gobierno sea intolerante porque eso le resta votos. Pero precisamente por eso la presidenta “bajó un cambio” y le ordenó al director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, que retire la carta donde cuestionaba la presencia del Premio Nobel en la Feria del libro. La presidenta no cometió el error que hubiera favorecido a la oposición.
Pero al mismo tiempo, el hecho de que el gobierno no pueda cuestionar la presencia de Vargas Llosa porque el costo político de hacerlo es demasiado elevado, nos da la posibilidad de emplear ese espacio para golpear con dureza a un gobierno al que es necesario desalojar del poder para poder restablecer cuanto antes el ordenamiento político republicano. El hecho de que el gobierno no pueda impedir la presencia de Vargas Llosa para no pagar el costo político de actuar de un modo intolerante –que es lo que los kirchneristas íntimamente desearían, es decir, que Vargas Llosa no venga a la Argentina- es una buena oportunidad para que los opositores redoblemos nuestros cuestionamientos hacia este gobierno arbitrario, autoritario, prepotente y con pretensiones dictatoriales y hegemónicas.
Las críticas que Vargas Llosa ha realizado a los Kirchner son legítimas, son las mismas que todos los liberales le hacemos al gobierno. Es lógico y natural que el kirchnerismo no desee la presencia de Vargas Llosa en la Feria del Libro. Se trata de una tribuna muy visible desde la cual el escritor muy probablemente pueda decir todo aquello que al gobierno le incomode. Y no sería extraño que la presencia de Vargas Llosa en la Argentina se encuentre fuertemente cargada de connotaciones polémicas, donde los operadores kirchneristas procurarán por todos los medios ensuciar, desdibujar y disimular el paso del escritor peruano por nuestro país. No sería de extrañar, por ejemplo, que el mismo día que Vargas Llosa hable en la Feria del Libro, la presidenta hable en algún acto masivo y haga algún anuncio grandilocuente, de modo de “tapar” en términos informativos el discurso del Premio Nobel que tan tenazmente se niega a reconocer los “méritos” del modelo kirchnerista.
En fin, será cuestión de esperar a que Vargas Llosa venga a la Argentina y ver qué es lo que el gobierno hace para desprestigiar a un escritor que se ha convertido en uno de los paladines mundiales en defensa de la libertad en el más amplio sentido de la palabra. Eso es lo que el gobierno no tolera, la libertad. Vargas Llosa es un símbolo de la libertad. Y eso lo convierte, automáticamente, en un acérrimo enemigo del gobierno kirchnerista. Es un honor para Vargas Llosa que el kirchnerismo lo deteste. Se trata de un mérito envidiable...
EXCELENTE NOTA !!! te felicito ALE. Un abrazo
ResponderEliminarYa lo creo ,se trata de un mèrito envidiable....
ResponderEliminarMuy linda nota¡¡¡¡
Bueno; aunque no lo soporte es un mérito. Es como si en un gobierno liberal alguien les viniese hablar de las bondades del régimen de Stalin o Hitler.
ResponderEliminarSe sabe de antemano que no lo hace por convencimiento sino por conveniencia. Pero todos los gobiernos hacen cosas por conveniencia.
Al margen de las ideologías, esperemos que las jornadas en la feria del libro transcurran en forma pacífica.
Saludos
R.P.
Aunque no sea una novedad vale la pena leer las declaraciones de Animal Fernández, quien estuvo de acuerdo con la Pta Argentina en no prohibirle la entrada a Vargas Llosa, aunque lo definió como "de la derecha más recalcitrante"
ResponderEliminarSon tan burros, cuadrados, descerebrados que no distinguen (porque no saben o no quieren saber)las diferencias entre centro, liberalismo o derecha.
Todo "segual" como decía Minguito Tinguitella.
Por eso los liberales antes de pensar en gobernar tienen que educar y explicar que el liberalismo no es derecha ni "neoliberalismo peronista" ni capitalismo salvaje.
Atentamente