La victoria obtenida por el cristinismo en Catamarca pone claramente de manifiesto que la maquinaria política del oficialismo está en un estado óptimo de funcionamiento, en tanto que las corrientes de oposición continúan anquilosadas y carentes de respuesta para hacer frente al proyecto del gobierno. La sutil combinación de persuasión, seducción, presión, extorsión y concesiones que el gobierno practica sistemáticamente le permite atraer hacia sí un sistemático grado de adhesión electoral. Como nadie atina a proponer nada mejor, el gobierno no encuentra frente a sí más que oposiciones desarticuladas, tímidas y poco atractivas, que no seducen a los electorados. Tal como se presentan las cosas, la elección de octubre puede llegar a ser “un paseo” para el oficialismo.
Por supuesto, esto puede cambiar. Pero que “pueda” cambiar no significa que eso vaya a suceder. Para que cambie, tiene que haber quién lo “haga cambiar”. Los hechos políticos no suceden “solos” como los tsunamis o las lluvias. Y este es el problema, que nadie hace nada concreto para que la situación se modifique. Entonces, entre la habilidad del gobierno para defender lo suyo –como por ejemplo, en Catamarca- y la pasividad de la oposición, el resultado electoral está cantado.
Hay quienes critican el hecho de que hagamos estas advertencias, señalando que debemos transmitir un mensaje “optimista” porque de ese modo estamos estimulando la propia inacción que describimos y provocamos algo así como el sentimiento de que “ya ganó el gobierno, no se puede hacer nada para evitarlo, no nos queda más que resignarnos”. Pero el problema radica, precisamente, en que, por suponer que el gobierno no puede ganar, nadie desarrolla un proyecto alternativo y entonces es así como el cristinismo sigue ganando.
La diferencia esencial entre el oficialismo y la oposición radica en que el gobierno tiene convicción en lo que hace, determinación para llevarlo a cabo y coherencia para desarrollar sus planes. Hay además algo muy claro: todos los militantes oficialistas, más allá de las diferencias que puedan tener entre sí, son “soldados de Cristina” como antes lo fueron de Kirchner. Eso le da cohesión al proyecto oficialista. En cambio, en la oposición, hay innumerables divisiones y cada precandidato tiene que estar constantemente haciendo trabajosos esfuerzos para aglutinar a su propia tropa. Y eso repercute seriamente en la eficacia del trabajo político.
La población percibe esa diferencia, la proyecta intuitivamente hacia una imaginaria gestión de gobierno y concluye que, al menos,
Además, el gobierno sabe manejar muy bien su imagen. Por supuesto que el manejo que el cristinismo hace de su perfil público es demagógico. Pero no importa que sea demagógico o real, lo que importa es el resultado electoral. El gesto de
Estoy de acuerdo con la nota.
ResponderEliminarNegar la posibilidad cierta de que el kristinismo gane en octubre sería mentirnos a nosotros mismos.
La oposición le ha facilitado el camino a los K. Por ejemplo en la ciudad de Buenos Aires la “tardanza” del PRO para elegir un candidato es llamativa. Es un misterio. No hay internas ni nadie sabe de qué se trata. ¿Nos merecemos pagar impuestos y estar en ayunas?
Del lado de López Murphy es otra caja de Pandora. ¿Va a ser candidato? ¿Lo van a acompañar los que ayer eran de la Coordinadora Radical o de Franja Morada?
¿A quién le ayuda Das Neves con Castrilli de candidato? Otro misterio.
Todos trabajando para el oficialismo