viernes, 18 de marzo de 2011

¿Por Qué Roban los Políticos?

Periodista invitado: Iván Carrino

Por lo mismo que los otros ladrones. No tanto por su calidad como personas sino por una respuesta lógica a la siguiente pregunta: ¿Para qué trabajar 8, 10 o 12 horas por día por un sueldo que no alcanza si trabajando mucho menos tiempo se puede vivir mucho mejor?

En general creemos que el que roba es malo porque hace un daño al otro y eso es cierto, pero no debemos dejar de lado la idea de que el robo es un acto perfectamente racional.

Salir a robar no debe ser nada fácil. Si te sale mal podés terminar preso, herido o bien muerto. Es decir, robar involucra un alto nivel de riesgo. Sin embargo, el beneficio es alto en relación al costo.

Robar una cartera, por ejemplo, puede tomar 40 segundos. La adrenalina debe ser altísima y –como dijimos- el riesgo también, pero luego de 40 segundos de trabajo obtuvimos 200 o 300 pesos más un celular y accesorios que podemos cambiar por dinero.

Asimismo, robarle con éxito una cartera a una señora en el medio de la avenida Corrientes es mucho más difícil que hacerlo de noche en un callejón con poca luz y poca gente. ¿Por qué? Porque la posibilidad de ser descubierto y tener que correr por tu vida disminuye significativamente en el callejón.

Ahora bien, imaginemos que el carterista pudiera reducir el riesgo de ser descubierto a una expresión mínima.

Imaginemos que, en lugar de asaltar una mujer, empujarla al piso, tironearle el bolso y salir corriendo, nuestra rutina laboral sucediera en un elegante despacho, con aire acondicionado y varios empleados sirviendo café.

Supongamos, además, que en lugar de 200 pesos y accesorios para vender, el premio son varios millones que van a ir a parar a una cuenta en un banco suizo a nombre de un tío segundo.

Pensemos también que la posibilidad de ser atrapado en medio del atraco baja porque nuestra rentabilidad es tan grande que podemos compartir el botín con quien debería meternos presos.

Y considérese por último que las oportunidades para incurrir en este tipo de maniobras es abundante puesto que el sistema está lleno de regulaciones, permisos, habilitaciones, contrataciones públicas y licitaciones.

Finalmente, si vos fueras político y vieras esta circunstancia, ¿no robarías también?

Probablemente no porque no es tu estilo andar jorobando a la gente por ahí. De acuerdo. Sin embargo, no podemos decir que quien cobra una coima, paga un sobreprecio, o cobra un “peaje” extra no lo haga siguiendo una perfecta ecuación de costo beneficio. Entonces ¿qué hacemos?

Como primera medida podríamos ir casa por casa predicando las bondades de ser honesto y noquedarse con los vueltos. Pero difícilmente la debilidad humana logre entendernos.

En segundo lugar, podríamos idear una nueva serie de controles que sirva para relevar a los supervisores del área de regulación de las actividades monitoreadas que controlan al que debería estar controlando; logrando simplemente agregar eslabones a una cadena alimenticia en donde, a la larga, cuando se aceita el mecanismo, todos se llevan su porción.

Entonces, si los hombres luego de resolver su ecuación costo-beneficio deciden incurrir en actos corruptos, y si los controladores de que esto no pase son tan humanos como los primeros, lo que hay que cambiar no es al hombre sino a la circunstancia.

Si no hubiera mujeres por la calle caminando con carteras, de seguro no habría carteristas. Si la calefacción dependiera de cada departamento, el administrador del edificio no podría facturar más caro el arreglo de la caldera.

Análogamente, si removemos al gobierno de su papel omnipresente, promotor y controlador de la actividad de los hombres, le estaríamos dando un demoledor golpe al fenomenal clima de negocios corruptos que hoy impera en el país.

Artículo publicado en el blog La crisis es filosófica (www.lacrisisesfilosofica.blogspot.com)

4 comentarios:

  1. Me parece que el autor fué educado en una etapa muy posterior y decadente respecto a la gente de mi edad.

    A nosotros tanto en casa, como en la escuela y aun en la calle nos enseñaban que había que portarse bien, que robar, mentir y faltar el respeto a otros era algo que estaba mal y punto. Esas cosas no se debian hacer, nos controlaran o no. Eran principios éticos o morales, por lo tanto no se pensaba que lo podriamos hacer si no nos miraban o nadie se daba cuenta.

    Claro, nos enseñaban que era el honor, la dignidad, el orgullo, la conciencia y además se sumaban las creencias religiosas con el pecado, etc.

    Por supuesto que los políticos, en general, robaron siempre, los anteriores a mi, los de mi edad y los posteriores. No es solo una cuestión de buena educación pues delincuentes hubo y habrá siempre.

    Ocurre que la política partidista, de comité,de baja estofa es una vocación y una oportunidad que arrastra a toda clase de gente. Muchos quedan en el camino porque tienen sentido de la responsabilidad. Los que progresan son aquellos que tienen condiciones para sentirse una clase superior, algo asi como "nobles" que luego mandarán y se aprovecharán de la plebe, que venimos a ser "los no políticos".

    Y lo peor es que las mayorias plebeyas aceptan que la nobleza disfrute como cosa normal de todos los privilegios anticonstitucionales que se han auto-adjudicado.

    La plebe los elige por la simpatía, por el énfasis en los discursos, por la tradición de la familia o por el odio hacia los otros pero, en general, ignoran los planes de gobierno y repito : Les parece normal los privilegios de la clase gobernante.

    Va a costar mucho salir de esta mediocridad cultural en la que nos toca vivir.

    ResponderEliminar
  2. Estimado Jorge,

    Me permito disentir contigo ya que creo que el artículo deja suficientmente clara la idea de que no todos (en la situación de un político de la actualidad) se portarían igual.

    "...¿no robarías también?

    Probablemente no porque no es tu estilo andar jorobando a la gente por ahí."

    Lo que sí definitivamente afirma el artículo es 1. que el incentivo para incurrir en maniobras corruptas es enorme y 2. que los hombres no somos ángeles.

    Creo que atribuir la corrupción a una cierta decadencia cultural dificulta la verdadera compresión del fenómeno.

    Dada la injerencia que tiene el Estado en nuestra rutina es posible que un día vos llegues al gobierno y no te robes ni un caramelo -seguro-.

    ¿Pero podrás asegurar que los miles y miles de funcionarios encargados de "supervisar" al mercado van a comportarse igual?

    Un Saludo!

    Iván

    ResponderEliminar
  3. Estimado Jorge: creo que el ser humano del cual habla, es una simplificación (o un ser hipotético) para hacer, en cierta forma, mas entendible el razonamiento. Creo, como ud. en en la cultura, principios y reglas no escritas que la humanidad viene creando y en muchas veces, dejando al resguardo de las tradiciones y religión, esas ideas para transmitirlas a través de las generaciones. Pero esto es harina de otro costal, pues la tergiversación o ninguneo de esas sanas costubres, es material para charlar un rato largo. Saludos. A. Miranda

    ResponderEliminar
  4. Como dice el viejo dicho "La ocasión hace al ladrón".

    Si el estado no hace absolutamente nada, no se puede robar a través de él.

    En el mundo hay gente buena y hay hijos de puta. La tendencia es que éstos últimos se agrupen en patotas, mafias y, finalmente, en la mafia más grande de todas: El Estado. En esa mafia te afanan a la luz del día, con todos los lujos, te dicen que es por tu propio bien y, encima, la gran mayoría de la gente los alaba, los vitorea, los admira y los idolatra (como al fiambre del vizco).

    Definitivamente es "El Crimen Perfecto".

    ResponderEliminar