miércoles, 16 de marzo de 2011

Vamos perdiendo la "guerra de la verdad"

Si hubiese que definir en pocas palabras la situación en la que Argentina se encuentra actualmente, podría decirse que estamos librando “la guerra de la verdad”. Se trata de una guerra conceptual donde la cuestión central consiste en imponer una versión acerca de la situación en la que el país se encuentra. El gobierno da una determinada visión de los hechos y quienes estamos en la vereda opuesta ofrecemos una perspectiva diferente. El gobierno sostiene que nosotros mentimos y nosotros, por supuesto, sabemos que quien falsea los hechos es el gobierno.

Se trata, por cierto, de una guerra inusual. El gobierno la ha planteado de un modo tal que cualquier afirmación es relativa. El ejemplo paradigmático es la inflación. Por ejemplo, el INDEC dio ayer a conocer una estadística según la cual el aumento de la canasta básica alimentaria en febrero fue del 0,2 %, en tanto que, para las consultoras privadas esos aumentos oscilaron entre el 1,5 y el 3 %. Para el gobierno, estos datos son tan falsos como para nosotros lo son los que el gobierno divulga. Y toda la situación se estanca porque nosotros sabemos que la inflación es mucho más alta que la que el gobierno reconoce y el oficialismo se aferra al argumento de que los aumentos están en los guarismos que publica el INDEC. No hay posibilidad alguna de diálogo entre ambas partes.

La gran ventaja del gobierno en relación a todo este tema tiene que ver con el hecho de que el kirchnerismo tiene clara la naturaleza del conflicto y la oposición no lo comprende. El kirchnerismo sabe que su proyecto consiste en institucionalizar la mentira y transformarla en la versión oficial de los hechos. La oposición, en cambio, no comprende que el problema radica precisamente en defender la vigencia de la verdad. La consecuencia práctica de todo esto es que la acción del gobierno es coherente, coordinada, sistemática y eficaz, en tanto que la acción de la oposición es errática, vacilante, contradictoria y ambigua. El gobierno, por lo tanto va ganando la guerra y va imponiendo sus puntos de vista. Nosotros sabemos que estamos del lado de la verdad pero, como no nos manejamos políticamente de un modo acertado, vamos perdiendo la guerra.

Por supuesto que la posición del gobierno siempre es endeble porque está basada en supuestos falsos, es decir, que no concuerdan con la realidad. Pero como esas fantasías no encuentran una alternativa política con la cual confrontar, la acción del gobierno avanza sin toparse con obstáculos. Nuestra propia inacción le facilita el trabajo al gobierno nacional. Deberíamos admitir, a fuerza de ser sinceros, que no es el gobierno sino nosotros mismos los responsables de la crítica situación en la que nos encontramos.

Es inexorable que, a la larga, toda la ficción que el gobierno ha montado concluya por desmoronarse. Ningún proyecto político sustentado en falsedades puede sostenerse indefinidamente. Pero el tiempo que demore en descubrirse la farsa puede ser extenso. En la Unión Soviética, por ejemplo, la mentira comunista sobrevivió casi 80 años antes de quedar irremediablemente al descubierto. El castrismo lleva 52 años gobernando Cuba. Los países no desaparecen por la sencilla razón de que el espacio físico que ocupan siempre seguirá existiendo pero las condiciones de vida bajo el imperio de la mentira suelen ser muy duras y pueden prolongarse durante largos períodos. Por lo demás, la salida de los regímenes estructurados en base a falsedades usualmente es traumática y costosa tanto en términos materiales como humanos.

No se vislumbra por el momento el modo de erradicar al kirchnerismo. No nos hemos hecho cargo de qué es lo que está en juego y cuál es el factor determinante del futuro político del país. Seguimos dispersando nuestros esfuerzos. La Señora nos lo agradece de todo corazón y nos castiga como nos lo merecemos. Nada sucede sin motivo, ni siquiera las injusticias. Pero no nos hemos dado cuenta de eso aún.

3 comentarios:

  1. El problema no es solo este gobierno mentiroso sino toda la clase política y peor aun la incultura popular lograda por la ininterrumpida serie de gobiernos populistas, mentirosos y demagógicos.

    El común de la gente ve a los políticos como una clase social superior, no ve mal los privilegios autoasignados, ni la falta de límite del poder, ni la ineficiencia, ni el descontrol, ni la desconsideración al ciudadano.

    Acepta su inferioridad como si fuese la plebe ante la monarquía mas abyecta y con total sumisión.

    Para peor hay quienes creen que la solución está en cambiar de partido político o de dirigente, sin advertir que son más de lo mismo.
    Votarán por la simpatía del dirigente o por la tradición familiar pero no lo hacen por los planes de gobierno ni por la ética ni por el patriotismo.

    Por supuesto que , como dice el autor, esto terminará y mal, pero ¿ cuanto deberá sufrir la ciudadanía mientras ?

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  2. La única ciudadanía que sufre es la que no la votó. Los demás están felices, entre los planes 'no trabajo', los planes 'tengo 5 hijos', las tierras okupadas, los que pueden hacer negocios con la Rosadita, las tierras compradas a $ 7.- y vendidas a usd 2.000.- los familiares en el des-Gobierno, los ministros que de golpe compran campos, etc. O sea, yo pago impuestos y ellos gastan mi dinero.

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  3. Buen punto el de la verdad y la mentira. Ahora yo humildemente, me inclinaría mas por buscar profundamente, cual es el origen de esta situación. Dado que llegando a las causas, los fundamentos, se puede enderezar, aprender, corregir, a traves de la educación. Considero que no hay posibilidades en términos de Gobierno y oposición. Los políticos siempre justifican cualquier medio para sus fines no explicìtos, muchas veces opuestos a cualquier filosofía que respete la dignidad humana.

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